Cap14.2: Una ambición mayor

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Inconsciente ella, la ato a la mesa del salón subterráneo para que no se logre mover

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Inconsciente ella, la ato a la mesa del salón subterráneo para que no se logre mover. Al destapar sus orejas descubro que es una elfa. Por su color de cabello rubio, ojos azules y vestimenta debe poseer control de la naturaleza, o es de Luz o Silvano, posiblemente del último.

Lanzo un cubo de agua en su rostro para despertarla a lo que ella reacciona bruscamente tratando de zafar sus manos y piernas, pero están atadas por las correas.

—"¡Me ahogó, Dios mío!" —Responde moviendo la cabeza a los lados escupiendo el agua que le entró en la boca. Las orejas parecen estorbarle en sus movimientos, referente a la mesa—: "¿Dónde estoy?"

Sus palabras son en un idioma que no conozco, ni siquiera puedo identificar un país que lo hable.

Su mirada ahora se posa en mí y luego recorre la habitación.

—Soy Irithel, perdón si hice algo malo —dice lentamente como buscando las palabras, parece que aún no domina el Axtriaco en su totalidad—: ¿Dónde estoy?

—En la mansión de los Roosevelt —le respondo mientras tomo de una bandeja un sencillo bisturí.

—Déjame ir, no me hagas nada —me dice empezando a sudar mientras desliza su mirada por los objetos de la sala y las diferentes cabezas colgadas en la pared.

—Sí cooperas no tendrás que pasar por nada de esto —le contesto formalmente.

Parece dispuesta a hablar, una simple imagen normalmente no doblega a nadie. Quizás, no está acostumbrada estas situaciones.

—"Está loco" —Susurra en su idioma mirando mi mano antes de volver a hablar mi lengua—: Vengo del convento... Sufrió un derrumbe importante por lo que me volví a quedar sin hogar.

—¿Una criatura trabajando en una institución religiosa? —Le cuestiono.

—Sí, yo ocultaba las orejas —dice buscando las palabras y moviendo estas.

—¿Por qué? —Le señalo.

—Cama, comida, refugio —responde entre pausas—: "No había bestias locas ahí".

—Cuál es el país de dónde vienes, el verdadero. —Voy al grano.

—Una isla... pero no creo que sepa dónde está aunque lo diga, es por el caribe. Es como un caimán enano —dice y siento sus latidos acelerados cada vez que hablo.

—De qué país —le reitero.

—No es este mundo... Allá no existe Axtrinia —me responde—: no sé cómo llegué. Solo desperté aquí luego de morir.

—¿Cómo lo hiciste? —Repito y zafo las ataduras de sus manos.

Si se deja cooperar sin llegar a otros métodos, podría ser incluso más efectivo.

La Maldición de los Roosevelt [#2🌹] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora