Extra I

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Wei Ying contemplaba el vaivén delicado de los cerezos mecidos por el viento a través de la ventana. Una lluvia de pétalos rosados caía del cielo, fragancia primaveral impregnando cada rincón del receso de las nubes en una cascada de color y belleza efímera.

Los ojos de la cultivadora se posaron entonces sobre sus hijos, que con una mirada sería que pocas veces se veían en ellos, recordando el apellido Lan en sus nombres, apuntaban al cielo con cada una de las oportunidades, para darle a sus cometas, con sus arcos. Apenas le daban a uno, la celebración de la menor era más evidente.

Junto a ella, A-Yang la observaba con una sonrisa fraterna bailando en los labios. Extendió las manos para acomodar con gentileza la cinta blanca sobre la frente de su hermana, que se había torcido ligeramente con tanto ajetreo. Yuan le sonrió para luego sacarle la lengua, y las discusiones no se iban a detener esa tarde.

Como lo fueron él y Jiang Cheng en el pasado.

Wei ying sonrió, sin evitar negar para ella misma, incluso si quedaba en el pasado, y esta nueva vida ya no tiene oportunidad de estar a su lado, los recuerdos aún quedaban guardados en su interior.

Sintió que el corazón se le derretía en el pecho ante ese cuadro de fraternal felicidad. Sabía que no podía haber mejor hermano mayor que el responsable y cariñoso A-Yang, siempre pendiente de que a Yuan no le faltara nada. Aunque terminara por ocultarlo siento tan desastroso con su lengua y casi olvidando las túnicas que portaba.

Y sin embargo...una vocecita interna le decía que a ese retrato familiar perfecto aún le faltaba algo. Una pieza aún por llegar, alguien más pequeño a quien amar, cuidar y ver crecer entre risas y juegos compartidos. Una que había sido pensada, años atrás cuando aun era la pequeña Yuan hacia pegar un grito al cielo al maestro Qiren.

—Otro bebé—, pensó con anhelo contenido. Inmediatamente sacudió la cabeza, intentando alejar la idea. No, no podía siquiera planteárselo. No después de todo lo ocurrido con el nacimiento casi trágico de Yuan.

Un escalofrío le recorrió la espalda al rememorar aquel tormentoso día, cuando luego de interminables horas de sufrimiento por fin acunó a su pequeña entre sollozos de alivio. Tan diminuta, tan frágil, con un llanto tan débil que parecía el maullido lastimero de un gatito, pero aun así entre sus brazos.

De no ser ppr Wen Qing, su vida hubiera acabado a manos de la energia resentida. Y aunque en el pasado la había ayudado, casi termina en el peor escenario por culpa de ello. Tal vez la pequeña Lan Yuan no hubiera sobrevivido a su primer amanecer, o si la vida que estuvo cuidando terminaría ese mismo día, porque hubiera elegido sin dudar que su hija viviera.

Wei Ying sacudió la cabeza, espantando los oscuros recuerdos que amenazaban con invadirla. No, no podría volver a pasar por algo similar. Su frágil corazón de madre no lo resistiría, era un dolor demasiado grande incluso para alguien tan fuerte como ella.

Y sin embargo...esa vocecita anhelante seguía susurrando quedito, insistente, cada vez que veía a Lan Yuan reír al sol como en ese momento.

"Solo uno más...para que le haga compañía a Yuan. Para que A-Yang pueda ser el hermano mayor protector que siempre deseó"

—Madre, ¿ocurre algo? —preguntó con voz queda, tomando una de sus manos entre las suyas. Siempre tan intuitivo, algo bueno y malo a la vez

Wei Ying parpadeó, volviendo de golpe al presente. Le dedicó una mirada cargada de disculpa y amor a partes iguales, apresurándose a tranquilizarlo—. Estoy viendo la postura un poco caída de tu hermana. ¡Eso no puede pasar!

—¿Segura?

—¿Por qué esta madre mentiría? —preguntó ella, jalando su mejilla para molestarlo más, cosa que funcionó la ver su expresión cambiar a una más dura—. Vamos, que no puedo dejar que sean así, no cuando deben de ir a cacería pronto. ¡Como líder, A-yang!

Oscuridad entre las nubes Xixianfem!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora