Seis

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Siendo honesto Joaquín esperaba que sólo un par de los invitados se atrevieran a cantar, sin embargo para el final de la noche absolutamente todos habían cantado, algunos en grupo pero habían cantado.

Emilio y sus excompañeros fueron los que más estuvieron en el escenario, realmente no pensó que el rizado se fuera a animar ya que jamás le gustó demasiado a pesar de tener una gran voz.

Realmente el homenaje fue mejor de lo que pensó, al salir de Boss tras agradecer y despedirse de todos, se subió a la camioneta con una gran sonrisa.

— Deberías conciderar el dedicarte a la música, podría ser tu maestro — murmuró el castaño con una gran sonrisa.

—  Sí me negué a que tu padre se enseñará, ¿qué te hace pensar que aceptaré qué seas mi maestro? —intrigó Emilio con una sonrisa juguetona, concentrandose en el camino.

— Tengo una muy buena manera de convencer — susurró contra el oído contrario, dejando un suave beso en el cuello antes de alejarse.

— Soy difícil de convencer — dijo el rizado con una sonrisa coqueta.

— Soy muy bueno convenciendo — murmuró volviéndose a inclinar para besar suavemente el cuello contrario mientras una de sus manos acarician la pierna, muy cerca de la entrepierna.

—  No hagas eso mientras conduzco — pidió Emilio o más bien suplico, aun así no se alejaron con una gran sonrisa hasta que tuvo una ereccion.

Al llegar al taller el rizado fue el primero en bajarse de la camioneta, Joaquín estaba a penas terminando de cerrar la puerta cuando lo tomaron de la nuca uniendo sus bocas en un beso intenso, qué correspondió de inmediato.

Torpemente entre besos y algunos tropezones subieron las escaleras, entrando a la casa, tras separar sus bocas unos segundos Emilio aprovecho para sentarse en la cama, dejando que el castaño se siente en sus piernas uniendo sus labios de nueva cuenta.

Joaquín gimió suavemente cuando sintió como apretaban su cintura, para continuar con su trasero.

Se alejaron lo suficiente para quitar sus playeras, esta vez Emilio se terminó por acostar en la cama, aun con el castaño encima de él.

—  Veremos si me convences — murmuró el rizado con una sonrisa coqueta.

— Veras que soy muy convincente — dijo Joaquín mientras desabrocha el pantalón del contrario, dedicándole una sonrisa.

El ojimiel termino de quitar el pantalón, para continuar con el propio, regresando a la posición original, sobre el regazo del contrario, uniendo sus labios de nueva cuenta, mientras sus manos no se quedaban quietas. Comenzó a mover las caderas rozando sus erecciones sobre la ropa.

— Esto se siente muy bien, pero hay que continuar — pidió Emilio con la resieracion agitada.

Joaquín sonrió ampliamente, se levanto lo suficiente para quitar su ropa interior, continuando con la contraria, saco el lubricante y los condones del buro, que compro en su última ida al supermercado.

Empapó sus dedos con el lubricante, inclinándose lo suficiente para empezar a prepararse, manteniéndose sobre las piernas del rizado.

— Puedo hacerlo yo cariño —susurró Emilio contra el oído del ojimiel, besando suavemente el cuello.

— Esta vez tu no harás nada más que disfrutar — murmuró el castaño soltando un gemido cuando introdujo un dedo en su interior.

Emilio no dijo nada más, simplemente se dedico a besarlo y ayudarlo a sostenerse mientras continua preparándose.

La Euforia De Enamorarse  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora