Quince

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La alarma se escucho por todo el camper, ambos jóvenes soltaron un quejido, están más que cómodos y calentitos en la cama. Dándose por vencido Emilio se estiro a apagar la alarma, abrio los ojos sorprendiendose de ver al castaño recostado en su pecho, prácticamente encima de él, ahora entendía porque estaba tan cálido.

Por su parte el ojimiel, estaba dispuesto a seguir durmiendo, en la comoda y cálida almohada hasta que se dio cuenta de que las almohadas no son cálidas. Abrió los ojos encontrándose con la mirada del rizado, además de darse cuenta que estaba dormido prácticamente encima de esté.

— Lo siento —susurró Joaquín acostándose en su almohada, quitándose de encima del contrario.

Emilio simplemente negó, siendo honesto no le importaba, además era cómodo dormir así.

— Hay que desayunar para subir la montaña —murmuró el rizado levantándose para cambiarse.

El castaño asintió, se levanto igual para cambiarse, una vez que terminó comenzó a buscar lo que haría para desayunar, mientras que Emilio se encargaba de prender la fogata.

Desayunaron tranquilamente, al terminar taparon el fuego para preparar las mochilas con algo de comida y agua par el viaje, sería una caminata larga.

Sin más comenzaron a caminar, el rizado es el que conoce el camino.

— ¿Qué tanto tiempo piensas quedarte en Foleskelt? —intrigó Emilio.

— Eso depende de muchos factores — murmuró Joaquín mirando fijamente al contrario— No tengo compromisos si que mi tiempo en Foleskelt, se puede extender demasiado —agregó.

— De acuerdo —aceptó el rizado, no sabe que más puede decir ante aquella respuesta.

Aunque Emilio no quisiera admitirlo, cada día quería más estar con el castaño, ni se diga las intensas ganas que tiene de besarlo, pero simplemente prefiere contenerse.

— ¿Cuanto nos haremos caminando? —intrigó el ojimiel, tras unos momentos, definitivamente no estaba acostumbrado a caminar tanto, ya esta dudando si fue buena idea.

— Al ritmo que vamos entre dos horas y tres —murmuró el rizado, divirtiéndose al ver la expresión del contrario.

— ¿Tres horas? —dijo más que sorprendido duda el poder aguantar.

— Pero si no puedes tanto, conozco un lugar hermoso a poco más de una hora, también tiene una vista preciosa —comentó Emilio, lo que menos quiere es cansarlo de más.

— Me agrada más esa idea — aceptó de inmediato.

— Esta bien, es por acá —murmuró cambiando un poco dirección, conocía este lugar muy bien, venía desde niño con su padre— No puedo creer que tengas tan poca resistencia.

— Mi resistencia esta enfocada a otras cosas —se defendió Joaquín, logrando que el rizado se sonrojara.

El camino continuo tranquilamente  bueno tras un par de paradas qué debieron hacer para que el ojimiel recuperará un poco el aliento.

— Es hermoso — murmuró Joaquín al ver la cascada que estaba a unos metros, rodeada de árboles y un pequeño lago debajo de la cascada.

— Sí es muy lindo — dijo Emilio con una gran sonrisa, recordando la primera vez que vino a esta cascada con su padre.

— Valió la pena el caminar tanto — admitió dejando la mochila qué traía, ara acercarse al agua tocándola suavemente— ¿Se puede nadar aquí? —intrigó con una gran sonrisa.

— Sí, se puede nadar, traigo un par de trajes de baño y toallas, por si de regreso queríamos pasar, pero supongo que  podemos pasar el día aquí —murmuró el rizado sacando las cosas mencionadas de su mochila.

La Euforia De Enamorarse  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora