Veintiuno

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La mañana siguiente, los rayos del sol se filtraban suavemente por las cortinas, pintando destellos dorados en la habitación de la casa.

Emilio se despertó primero, sintiendo una mezcla de nervios y emoción. Al mirar hacia su lado, vio al castaño durmiendo plácidamente. Una sonrisa se formó en su rostro al recordar la hermosa cena en el camper, la especial pregunta que le hizo y por supuesto lo que pasó después, sin poder evitarlo sus mejillas se sonrojaron.

Decidió preparar el desayuno para ambos, así que con cuidado se levantó de la cama para no despertar al ojimiel. Fue directo a la  cocina para poner a hacer el café y lo demás del desayuno.

Recordó que las pocas veces que llegaron a compartir el desayuno, muchas de esas veces desayunaban pan frances, incluso algunos hechos por su abuela, sin más comenzó con la preparación.

Cuando la fragancia del café y el pan llenó la cass, Joaquín
comenzó a despertarse, atraído por el delicioso olor. Abrió los ojos lentamente y se encontró con Emilio sonriéndole desde la cocina.

— Buenos días, dormilón —saludó Emilio con cariño, sosteniendo dos tazas de café.

El castaño se estiró un poco y se sentó en la cama, aún envuelto en la calidez de la noche anterior. Miró a Emilio con los ojos entreabiertos, y una sonrisa juguetona se dibujó en su rostro.

— Buenos días, ¿qué huele tan bien? —preguntó el castaño curioso.

Emilio reveló con orgullo un par de platos con pan frances decorados con un poco de fruta, acompañado de dos tazas de café.

— Pensé que podríamos revivir un poco nuestra tradición del pan frances de hace muchos años, obviamente con café —explicó el rizado, dejando un corto beso en los labios.

— Mejor hay que desayunar en la mesa, podemos hacer un desastre aquí — murmuró Joaquín con una sonrisa emocionada.

Emilio asintió, llevo las cosas a la mesa, mientras que el ojimiel se levantaba.

Una vez todo listo se sentaron a la mesa, compartiendo risas y conversación mientras disfrutaban de su desayuno.

Al finalizar comenzaron a recojer un poco la cocina, al menos hasta que el castaño detuvo a Emilio para poder hablar con él.

— Quizá no sea el momento, pero no quiero ocultarte nada, ayer hable con mi equipo y debo ir a la ciudad antes de lo planeado —murmuró Joaquín.

— ¿Qué es antes de lo planeado? —intrigó el rizado bastante curioso.

— Dentro de dos días debo estar allá, se que te invite pero si no puedes acompañarme prometo que volveré pronto — dijo el castaño, de manera seria.

— Iré contigo —susurró con una sonrisa— Debo ver algunos detalles, pero podría ser una buena oportunidad para ver como es tu vida.

Joaquín sonrió emocionado, lanzándose para abrazarlo, más que feliz y emocionado.

— Me encanta la idea, podré mostrarte los lugares a los que me gusta ir y todo eso, ya veraz que será muy divertido — dijo el castaño con una gran sonrisa, antes de unir sus labios— Te amo —agregó tras separar sus labios.

— También te amo — admitió el rizado uniendo sus labios de nuevo.

— ¿Debes trabajar? —intrigó el castaño con una sonrisa abultado sus labios.

— Quizá puedo tomarme hasta la comida, pero ya más no puedo o no podré tomarme los días libres para viajar — comentó el rizado dejando un beso sobre los labios contrarios, que tenían una gran sonrisa por lo que le acaba de decir.

La Euforia De Enamorarse  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora