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Aquella tarde, Chad se fue algo enfurruñado. Me dio un beso de despedida asegurando que había hecho reserva en aquel italiano tan refinado, o así es como le decía. ¿Sabéis que se comen los espaguetis enrollándolos encima de una cuchara como si los comensales fueran realmente italianos? Alguien debió verlo allí y lo aplicó en aquel restaurante, tan solo con su mención se me erizaba el vello.

Sarah abrió la puerta, me había quedado mirando contenido basura en la televisión y estaba tirando los envases de la comida china que habíamos pedido. Mi vida no siempre era como la pintaban.

―Así que ha pasado por aquí Chad el acaparador ―se burlaba Sarah―. Pasad, pasad. Subid las escaleras que ahí tenéis de todo.

Las chicas sonrientes subieron las escaleras para preparar el espectáculo de brochas, ropa y accesorios. Sarah y yo subimos después de ellas, me habían sentado en la silla del tocador mientras coloreaban mi cara, similar a un libreto infantil de pinta y colorea, pero, esta vez en versión: no te salgas de la raya.

―¿Por qué no le dices a Chad que realmente no quieres casarte? ―Señalaba Sarah mirando ropa con una de las chicas.

―Tiempo al tiempo, no puedo tener todo en la cabeza.

―No claro, faltaría más. El día que se te presente con un anillo, todos lo graben y digas que no... a ver cómo te saco de ese embrollo.

―Me has sacado de problemas peores Sarah, es tu don. Eso me dijiste la última vez ―bufé.

―¿Les parece bien este conjunto? ―Decía la chica alzando una percha con una combinación de ropa.

―Es ideal ―comentaba Sarah―. Queda perfecto.

Era bastante yo si alguien me pregunta, digamos que es mi marca llevar este estilo de ropa algo más juvenil. Dependiendo del evento, concierto o entrevista. Debían quedarse con aquella imagen que les ofrecía, para que, cuando piensen en Addison... me vean.

La camisa blanca y pulcra, era sencilla y bastante ajustada. Me pusieron un mono de palabra de honor de cuadros grises, donde en la zona de la copa había encaje negro. A juego con una corbata pequeña, delgada y negra que me iba por encima del ombligo. Me puse unas botas negras de plataforma, donde se ajustaban perfectamente a la largura del mono.

El maquillaje era sencillo con un sombreado nude y un fino eyeliner negro. Mis labios, siempre iban de color granate bastante oscuro. No eran negros, pero tampoco rojos. Mi cabello castaño y largo caía en cascada ondulado como siempre, me peinaron simplemente para que no se saliera un solo pelo fuera de lugar.

―Chica, estás increíble. Vas a ser portada en todos los sitios y si no, tranquila que me voy a encargar de que así sea ―sonreía Sarah.

Acompañó a las chicas hasta la puerta para despedirse de ellas, eran de confianza puesto que, llevaban tiempo trabajando conmigo. Agarré el bolso negro, de alguna marca que no recordaba el nombre y metí lo esencial: pintalabios, llave, cartera y móvil.

―Ted debe estar a nada de llegar, ¿dijo Chad que te esperaría ahí? ―Inquirió Sarah.

―Va directo, encargó un traje de Gucci o eso me ha comentado super orgulloso ―me encogí de hombros―. Megan casi seguro que no va a asistir.

―Vaya, qué ilusionada estoy ―decía fingiendo una sonrisa.

―Anda Sarah, anima esa cara que no son tan malas personas. Te lo prometo, ya los conoces.

―Por ese mismo motivo es que no pienso darte mi humilde opinión acerca de esas dos personas. Porque te respeto lo suficiente.

Puse los ojos en blanco y bajamos del apartamento, en seguida nos metimos en el coche que nos llevaría de camino a plató. Los paparazis nos seguirían, era algo que ya sabíamos y a lo que estaba acostumbrada. Al bajar frente a los estudios televisivos, los fans a nuestro alrededor se aglomeraban.

TOUCHDOWN AL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora