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Cuando volví a mi apartamento ya era bastante tarde, de hecho, miré el reloj del móvil, las once y media de la noche. Me entretuve con mi productor para hacer unos arreglos de una canción y de paso, me enseñó el videoclip y quedé sorprendida. Iba a lanzarse mañana al mediodía y sentía los nervios rozarme la piel, hasta que parecían pequeños pinchos.

Lo más probable es que Cole se hubiera encerrado en su cuarto a ver el fútbol en la televisión que tiene. No es como la que debe tener él y, ni si quiera tengo una consola, pero mejor cada uno por su lado. Ese beso, quiero olvidarlo, de hecho, debería hacerlo. Centrarme en lo mío y dejarme de amoríos que acabarán con una cicatriz nueva en mí, no quiero que nadie tenga que ver el manojo de nervios que soy. No lo necesito y sé, que lo suyo es puro deseo, pero fin.

Introduje la llave, diría que lo primero que hice fue colgar el abrigo y la bufanda en la bonita percha que eligió Sarah, pero estaría mintiendo. Desde aquí, la vista daba de reojo a la cocina abierta, en la isla había un par de pizzas que habría encargado, un par de copas de vino y... ¿Vino blanco del caro? No había mantel y las servilletas eran unas cualquiera que debía tener en algún cajón de la cocina, no era romántico en el sentido de que no era nada que lo encasillara ahí, pero, algo se me removió tanto en el interior que tuve que tragar con dureza y desviar la mirada.

Me saqué la bufanda y el abrigo para colgarlos en el perchero, me encaminé a la cocina. Un Cole sin camiseta, de espaldas y unos pantalones de chándal era todo lo que mis ojos veían. Estaba colocando unas patatas que... ¿Ha usado el horno? Hizo unas que son similares al menú que habíamos pedido e incluso, al lado estaba un bol con la salsa agria.

―¿Todo bien? ―Dijo sin dejar de colocar las patatas, seguía de espaldas sin mirarme.

Tosí, atragantándome con mi saliva como una imbécil. El bolso estaba en la mesita auxiliar que estaba al lado del sofá y es que no podía moverme para ponerme un pijama calentito.

―¿No te cambias? ―Inquirió sentándose en el taburete de la isla.

Tenía el cuerpo trabajado y ni un solo tatuaje, algo que, se me hacía extraño puesto que hasta Archie tenía alguno que se le asomaba por el cuello de la camiseta. En verdad, yo tampoco tengo ninguno.

―Vengo con hambre y eso, luego me pondré el pijama ―lo único que hice fue sentarme en el borde del sofá para quitarme los zapatos.

―Vi que te encantaba la pizza con todo tipo de carne ―decía señalándola con la cabeza.

―No tenías por qué hacer todo esto, Cole.

―Ibas a llegar tarde, no me voy a quedar tieso por pedir un par de pizzas y una botella de vino. Aparte, me encanta cocinar y a ti las patatas con la salsa esa ―se encogió de hombros, como si esto fuera de lo más normal.

Informal. Sí, así describiría la situación. No puedo evitar comparar ciertos momentos con los que he vivido estos dos últimos años y el hecho de que, para mí, estar en el sofá cenando arroz chino me parecía la mejor de las ideas y que para Chad era algo sucio. Jamás me imaginé comiendo hamburguesa en mi casa y cenando pizza en la isla de la comida, así como si nada, por eso estaba sorprendida. La falta de costumbre o, igual, es que esto es lo que debería ser normal y no lo que yo vivía.

―Gracias, Cole ―dije agarrando la caja de mi pizza.

Colocó un poco de vino en cada copa, estaba como si lo sucedido previamente a irme no hubiera existido y, en cierta manera me alegraba que fuera así. Que se olvidara de mí.

―¿Por? ―Decía confuso―. Addison, no he hecho nada más que coger algo de cenar porque veía que se te alargaba el asunto.

―Podrías haber cenado tú y ya llegaría yo.

TOUCHDOWN AL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora