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COLE

Al día siguiente, pensé que vería a Addison de otra manera. Es decir, lo típico, pelo revuelto o recogido de malas maneras, incluso desmaquillada. Qué equivocado estaba con la morena. Cada vez me sorprendía más, a pesar de que dijera que podía conocerla, en parte no era del todo cierto. Había cosas suyas que, si te detenías podrías saberlas, pero muy pocos le prestaban atención y luego, estaba aquella faceta que desconocías completamente.

Claro que me paraban para hacerse fotos y que les firmara autógrafos, pero, no puedo comparar mi fama con la de ella. Una persona que, si pisa la calle, no puede regresar a su casa de la multitud de gente que se le aproxima, parece llevarlo bien.

No todos iban en pijama (como Archie o yo), Addison bajó con unos tejanos ajustados y no eran negros como la mayoría de veces. Llevaba unas botas negras con algo de plataforma y una sudadera gigantesca de color blanco. Llevaba el pelo suelto pero esta vez, se permitió hacerse medio moño mal hecho y, a pesar de aquello, le quedaba jodidamente mal.

La odiaba demasiado.

Llevaba el pintalabios tan característico de ella, no era rojo y tampoco era negro, ¿granate? Podría decirse que sí. No llevaba nada más de maquillaje y eso hacía que sus ojos verdosos brillaran más, sus labios se notaran más y su cara despejada... mejor dejo de pensar porque de buena mañana no es bueno.

―Coño ―dijo Archie cuando reparó en ella.

―Parece que has visto un fantasma ―bufó Addison.

Empezó a toquetear la cafetera y me extrañó, no bebe café si no es del Starbucks. Cogía un vaso, lo llenaba con algo de café de aquella cafetera manual que tanto que le gustaba a Archie (y que no muchos sabíamos cómo funcionaba), agarró un cartón de leche y rellenó un vaso, calentándolo en el microondas. Luego, agarró un pequeño vaso y me sorprendió la cantidad que estaba usando de todo, lo llenó con un dedo de leche y removió entre el cajón para buscar una máquina que hacía... ¿Espuma? Llámame loco, quizá lo estoy. Sacó el vaso del microondas, puso el café, un toque de canela y puso la espuma dentro. No le puso ni azúcar, aunque dudo lo necesitara con el dulzor de la canela. Lo que decía, a mí en lo personal me sorprendía.

―Hostia puta que se acaba de hacer un café como el que venden ―decía Archie sorprendido―. ¿Me haces uno? Pero de vainilla.

―Sí claro ―decía Addison.

Se perdió de nuevo en la encimera, removiendo miles de vasos mientras le daba sorbos a la pajita del suyo. Le tendió el vaso a Archie, el cual estaba más que contento y luego, me dio uno a mí.

Alcé la vista cuando nuestras manos se rozaron mientras me tendía el vaso de café, el cual olía a canela y tremendamente bien. ¿Sabéis aquellos momentos en las películas? Sí, donde por un milisegundo crees en el amor y en que es la persona indicada. Pues eso, duró literalmente aquel milisegundo.

―Feliz cumpleaños, Cole ―logró decir Addison―. No me he olvidado que hoy lo celebramos, ni que cumples ni más ni menos que veinticinco años.

―Sabes demasiado de mí ―me burlé.

Ella negó con la cabeza.

―Me gusta mucho el café del Starbucks, suelo pedirlo... cada día ―dijo con media sonrisa―. Sin embargo, tuve que aprender a hacer algo similar a lo que compro para cuando no puedo pedir que me lo traigan o no puedo ir yo misma.

―¿Me regalas café por mi cumpleaños? ―No entendía nada.

―Querido Cole, te regalo mi presencia ―decía dándole otro sorbo a su café.

TOUCHDOWN AL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora