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Bajé con la toalla en la cabeza y la ropa que Sarah me había dejado, íbamos a estar rondando por Nueva York hasta ir al estadio de los Giants que está a una media hora en coche desde mi casa. O ese en teoría era el plan, a saber.

Miré el móvil mientras estaba sentada en la cama, seguía con la toalla recogiendo mi larga melena. Los mensajes que le había mandado a Chad para hablar fueron en vano, en todos me dejó ese doble check azul. Me pasé las manos por la cara frustrada, le había dicho que viniera a comer a casa, le pedí perdón por tal borrachera porque él ya me advirtió cómo acabaría.

No recurría a beber alcohol para olvidar las cosas que rondaban por mi mente, de hecho, escribía canciones y actuaba en películas para olvidar. Eso no quita que, cuando me invitan a una fiesta de ese calibre me entre el deseo de ser otra o de no ser, básicamente.

―¿Va todo bien allí arriba? ―Inquirió Sarah desde abajo.

―Sí, todo va bien a mi alrededor ―bufé.

Escuché unos pasos cercanos, era Sarah con una bandeja. Abrió las patas de esta y la colocó en la cama, había una ensalada césar y algo de picoteo junto con un gran vaso de agua, lo cual agradecí.

―Me ha dejado en visto Sarah, está cabreadísimo.

―Ha de entender que te gusta la fiesta, una cosa no quita la otra, pero chica, es que he visto hombres que le doblan la edad con más sangre en el cuerpo ―negaba con la cabeza.

―Espero que todo mejore, Sarah. Lo digo de verdad.

―Sabes que no entiendo por qué sigues con él, Addy...

La miré mientras me llevaba aquella sabrosa ensalada a la boca que había elaborado Sarah, no se le daba mal cocinar.

―Es obvio que no ha escuchado tus letras ―me señaló con el tenedor―. Ahí hay señales, chica.

―Son meras letras, no hay que darles tanta importancia.

―Pues es gracioso el nombre del segundo álbum, corazón de villana... ¿Así te ves cuando te das cuenta que quieres a Chad como amigo? ―Sugirió―. Aunque después de tu conversación con el desconocido el título tiene todavía más sentido.

―Basta Sarah, en serio ―murmuré.

―De acuerdo, sabes que no solo soy tu mánager y que estoy aquí para todo lo que necesites. Como amiga.

Asentí mientras me llevaba la bandeja a la cocina, metiendo lo necesario en el friegaplatos y limpiándola. Lo recogí todo y cuando subí de nuevo al cuarto a arreglarme, Sarah ya había desplegado un arsenal de maquillaje. No me libraba ni queriendo.

―Oh vamos, es un partido ―me crucé de brazos.

―Son las tres de la tarde, entre que te maquillo y te peino, luego que si te bebes el café... nos da la hora Addy. Es lo que hay ―señaló la silla―. Venga, no hay paseíto por Nueva York.

Me senté con el móvil en la mano, deslizando para ver fotos y comentarios. Era como una rutina mientras desayunaba, no obstante, hoy no era el día en el que me puse a ello. Aproveché que Sarah me estaba secando el pelo remarcando aquellas ondulaciones para que quedaran perfectas, con cantidad de laca.

La cantidad de fotos que saldrían a la luz durante las próximas horas y los días tenían que ver con mi presencia en ese partido. No iba incómoda con la ropa que llevaba habitualmente, parte de mi esencia es que se viera que podía ir a la última pero cómodamente. Así lo llamaba Sarah, estrategia de marketing.

Mis tejanos ajustados negros con alguna rotura y deshilachados, hacían que mis Converse azul eléctrico destacaran junto con la camiseta de los Giants (que eran del mismo color), la cual me llegaba por la altura de los muslos y llevaba el número 00 con mi nombre.

TOUCHDOWN AL CORAZÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora