Capítulo 45

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Theodore y Draco se habían comportado muy extraño, los moretones en su rostros y en sus nudillos eran cada vez más frecuentes, evitaban mucho el contacto con Alma porque no querían que ella se preocupara, además estaban ocupados en otra cosa

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Theodore y Draco se habían comportado muy extraño, los moretones en su rostros y en sus nudillos eran cada vez más frecuentes, evitaban mucho el contacto con Alma porque no querían que ella se preocupara, además estaban ocupados en otra cosa.

Muchas veces Alma veía entrar a una hermosa chica de cabello rubio, ojos celestes y piel blanca.

Ha estado entrando todas las semanas y junto con los chicos se encierran en el despecho de la señora Zabini por horas, horas inquietantes para Alma.

¿Se habrán cansado?

Hace mucho tiempo que no tienen ningún tipo de contacto con Alma, solo pequeños besos, abrazos y ya. Alma estaba frustrada, es que simplemente no podía...

No podía entregarse en cuerpo y en alma a los chicos otra vez porque sentía que había perdido aquella chispa, había perdido su voz, aquella parte que la hacía feliz y un poco más humana.

Ahora era como un robot.

Daba pequeñas vueltas fuera del despecho, hace tres horas que estaban encerrado los tres y no podía escuchar nada. La señora Zabini le había explicado que el despacho tenía un hechizo silenciador para mantener la privacidad del lugar y fuera más seguro hablar, por lo que si estaba pasando algo ella no lo sabría, además de que tenía un hechizo que permitía abrir la puerta siempre que las personas que estén adentro quieran o hayan terminado su reunión.

Alma se abrazo a si misma intentando que los pedazos de su corazón no se cayeran, pasaba sus uñas constantemente por sus brazos provocando pequeños rasguños desde su trícep hasta su bícep, repetía el movimiento una y otra vez hasta que sintió un pequeño líquido bajar por su brazo.

Había roto la piel provocando que saliera sangre y con ella muchas lágrimas, no porque le dolieran las heridas, sino porque le dolía no ser lo suficiente para sus novios y ahora tenía que verlos estar con alguien más.

Era cuestión de tiempo para que la echen de la mansión y tenga que irse con los Diggory.

Escucho la puerta abrirse y salió corriendo hacia una habitación cercana para esconderse dejando la puerta medianamente abierta.

La chica era preciosa, tenía un brillo que Alma ya no poseía, sus mejillas estaban rellenas y rosadas como alguna vez estuvieron las de ella, se veía tan llena de vida, no estaba pálida ni delgada, era agradable de ver.

No como ella.

Ella estaba flaca, comía muy poco y eso empezaba a notarse, su piel estaba pálida, parecia una muerta viviente, no era agradable a la vista, ni se vestían con esos colores vivos de antes.

Ahora siempre tenía un jogger enorme y algunas camisas que había logrado sacar de la habitación de Cedric, que le quedaban enorme, tenía un moño desordenado todo el tiempo y ya no sonreía.

La dulce Hufflepuff Donde viven las historias. Descúbrelo ahora