— Mierda, Harry ya te dije que no me voy a unir a tu estúpido ejército, déjame en paz.
— No te estoy preguntando, tienes que aprender a defenderte y voy a estar mucho tiempo ahí, no podré...
— ¿Vigilarme? — Le quite la mirada a mi libro para verlo a él.
— Soltó un suspiro. — Cuidarte.
— Estudiamos en el lugar más seguro de todo el mundo mágico, no tienes porque cuidarme de nada. — Mencioné con ironía mientras daba la vuelta a la página.
— No te hagas la chistosa conmigo, en cualquier momento que te deje sola, esos Slytherin se van a aprovechar y se van a acarcar a tí.
— Solté una pequeña risa. — Harry Potter, te prometo que ningún Slytherin te tiene miedo, si no se han acercado a mí es porque no han querido. — Rodee los ojos.
— Vendrás.
— Que no. — Me levanté de la silla provocando más ruido del necesario. — Iré a mi sala común, me acostaré a dormir y tú me dejaras en paz.
Lo rodee tomando mi libro con fuerza y caminé afuera de la biblioteca para estar lejos del lunático de Harry Potter.
Alma de 13 años estaría volviéndose loca al enterarse de que tenemos a Harry Potter detrás de nosotras como un chicle y lo único que hago es ignorarlo y gritarle que me deje tranquila.
No puedo caminar sin tenerlo pegado a mí como una fastidiosa mosca, también tengo a Ron encima y sin mencionar a Hermione que se ha vuelto más fastidiosa de lo que normalmente es.
Los únicos que no me molestan son los gemelos, al contrario me ayudan mucho a lidiar con toda la mierda que se ha vuelto mi vida últimamente.
Él estar aquí es difícil, Hogwarts fue mi hogar desde que Celeste decidió abandonarme en aquel lugar, siempre lo ví como mi lugar favorito, aquí Hagrid me crío, aquí crecí, aquí conocí a mi hermano y a los consideré el amor de mi vida y las personas con las que pasaría el resto de mi vida.
Aquí conocí lo que fue ser amada.
Y ahora estar el simple hecho de ser una Hufflepuff y entrar en la sala común me hace sentir miserable, Hagrid se había ido de vacaciones por petición de Dumbledore quién necesitaba un gran favor.
Recuerdo que se apareció en la casa de los Diggory para despedirse de mí, se veía triste y cansado.
Justamente como lo estaba yo.
No hubieron palabras de por medio, solo un gran abrazo y un nos veremos pronto.
Las únicas cartas que se me fueron permitidas recibir fueron las de mi madrina, él que tú fueras padrino o madrina de alguien en el mundo mágico era considerado sagrado y por eso Amos no había podido ignorar a Andrómeda. Después de todo aquella mujer me crío cuando mi madre no quiso hacerlo y me mantuvo viva, lo cuál parece agradecerle aunque no se lo diga abiertamente.
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La dulce Hufflepuff
FanfictionAlma Hagrid es una niña que apareció en la puerta del semi gigante y se volvió su más preciado tesoro desde ese momento. Quedó en la casa de Hufflepuff demostrando que todos tenían razón cuando de pequeña notaron que era una chica muy dulce con buen...