12.- Decidió tomar ese destino en sus manos

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Duan YiHan cantaba suavemente en el vestíbulo de la mansión Mo cuando Shang QingHua llegó a casa.

Había pasado una semana luego del escándalo que había envuelto a las familias Shi y Mo. Durante la investigación, se había descubierto que Shi MingHua había estado detrás de varios accidentes y sucesos en los que se había visto involucrada Hua Gui, con el objetivo de perjudicarla físicamente o culparla de lo sucedido. Por otro lado, Mo Xianting había arrastrado consigo a uno de los miembros del ejército al descubrirse que era cómplice de pequeños delitos que habían sido descartados al no ser resueltos. Shang QingHua sintió una leve alegría cuando vio que el susodicho sería aquel tipo que terminaría por traicionar a Chonghua, provocando la muerte de Mo Qingchi.

Sin embargo, mantuvo esa alegría bien guardada en su interior para no levantar sospechas. Y cuando Shi Yan le preguntó porqué estaba tan sonriente, solamente atinó a decir:

—Supe que su hijo está mucho mejor. Me alegró por ello.

Además, faltaba una semana para terminar su trabajo en Chonghua y volver a An Ding. La sola idea de volver a abrazar a sus gemelos y estar con su esposo bastaba para ponerlo de buen humor. Y cuando llegó al vestíbulo y vio a Duan YiHan pasando tiempo con Mo Qingchi, ese buen humor se elevó hasta el cielo y se encerró en su cuarto para no molestar a la pareja. Estando en la privacidad de su cuarto, Shang QingHua comenzó a pensar en un problema de suma importancia.

Siendo un beta, no habría forma de crear un lazo con sus niños. Y el lazo que habían creado con Mobei-Jun se había roto cuando él murió en la otra vida. Por supuesto, el buen hermano Avión estaba trabajando duro para no perder a su esposo como lo hizo en el pasado, pero él tenía el deseo de formar un lazo con sus hijos más allá de ser el beta que se prestaría a parirlos. Sin embargo, paseó de un lado a otro, ideó cientos de cosas basadas en los conocimientos que poseía y nada le daba la respuesta que necesitaba.

—Shang Daozang, déjeme darle un consejo.

La confianza que Shi Yan tenía con Shang QingHua era recíproca, por lo que le contó su problema en un descanso del trabajo, y cuando el señor de cumbre le prestó atención, el ministro dijo:

—Vaya a ver al médico Jiang. No solo es un doctor habilidoso, sino que también es un cultivador espléndido. Seguro tiene una idea que puede ayudarle.

Ya que los encargados del sitio iban a ser Shi Yan y Hua PoAn, Shang QingHua les explicó cómo mantener el orden, las rutinas que debían seguir y el itinerario necesario para la logística del lugar y se fue a buscar al famoso médico. La familia Jiang se encontraba en uno de los distritos centrales de la capital, y Shang QingHua fue recibido rápidamente por el líder de la misma, el médico Jiang Fuli.

—¿Qué puedo hacer por usted? —preguntó el hombre, mirándolo de arriba abajo—. Se ve sano y debo decirle que no tengo medicina para lidiar con el ritmo de trabajo inhumano que lleva en la montaña Cang Qiong.

Shang QingHua arqueó una ceja con incredulidad y dijo:

—No vengo a verlo por eso. Soy un simple beta que quiere formar un lazo con sus hijos.

—Mis condolencias —dijo Jiang Fuli—. Los betas no lo tienen tan fácil cuando se trata de niños.

Shang QingHua había descubierto eso a la mala. Sin ir más lejos, había estado a punto de morir durante su segundo parto junto a sus hijos. Los embarazos en betas no siempre llegaban a término, y cuando lograban quedar encintas sus embarazos eran de alto riesgo. Y si por algún milagro lograban dar a luz, sus cachorros resultaban ser deltas o zetas, o de alguna casta defectuosa que terminaría por matarlos tarde o temprano. Estaba seguro que, de no ser por Mobei-Jun, sus hijos habrían tenido ese triste destino.

—¿Tiene una forma de ayudarme o no? —preguntó—. Así ni usted ni yo perdemos el tiempo.

Para su sorpresa, Jiang Fuli se echó a reír a carcajada suelta y dijo:

—Me agrada. Venga, tengo algo que podría ayudarle.

Shang QingHua lo siguió hasta su biblioteca, y una vez allí el hombre revisó los estantes hasta que llegó a un manual y se lo lanzó.

—Allí está la respuesta que busca —dijo.

—¿Y cuánto me va a costar? —preguntó Shang QingHua.

Jiang Fuli mencionó el precio, el cual era sencillo de pagar en ese momento, y Shang QingHua desembolsó lo acordado para después salir con el manual. En ese momento, una mujer entró junto a un niño, cuyos ojos negros se dirigieron a él con curiosidad y Shang QingHua hizo un esfuerzo sobrehumano para no dar un respingo al verlo, no solo por las heridas severas que surcaban su rostro, sino porque alguien más de su pasado había aparecido.

Él conocía a este niño, sabía lo que le esperaba en el futuro. Y al verlo, Shang QingHua decidió tomar ese destino en sus manos.

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Feliz Navidad, mis amores <3

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora