15.- Su hogar volvía a estar completo

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Mobei-Jun dejó a Mo Xi en la cuna, para después cargar a Mo Ran. Los ojitos violetas de su hijo se fijaron en los suyos, y una pequeña sonrisa se formó en sus labios mientras su padre lo arrullaba suavemente. Desde que ambos nacieron, se había dedicado a cultivar el lazo que unía a un alfa con sus cachorros; el suyo debía ser el doble de fuerte que el promedio debido a la incapacidad de Shang QingHua para enlazarse con ellos. El demonio de hielo había intentado encontrar una manera de que su pareja fuera capaz de crear un lazo sin tener éxito, ya que sabía que a su humano le molestaba no poder hacerlo... aunque trataba de disimularlo lo mejor que podía.

—Algún día podrán enlazar con mamá —le susurró a Mo Ran mientras lo dejaba en la cuna.

Por alguna razón, el demonio de hielo cayó en cuenta de que sus retoños estaban por cumplir dos meses. Sus pequeños milagros tenían dos meses en este mundo, y Mobei-Jun se estaba asegurando de hacer su reino un sitio seguro para ellos: había descubierto que varios miembros de su corte mantenían contacto con su tío; por sugerencia de Shang QingHua se había deshecho de ellos con discreción, logrando hacer que sus muertes fueran durante accidentes en misiones. Era muy pronto para asegurarlo, pero hasta la fecha no había levantado sospechas en su actuar.

Xun Feng entró corriendo, deteniéndose de golpe al ver a Mobei-Jun arropando a sus hijos dormidos. La mujer sonrió y susurró:

—El señor de la cumbre acaba de llegar. Y tiene compañía.

Aquello despertó la curiosidad del rey demonio, que se apresuró a unirse con el resto de la gente de An Ding para recibirlo. Seguía siendo curioso para él como esta gente había pasado de temerle, a considerarlo como parte de los suyos; y a él le había costado lo suyo sentirse parte de esa caótica familia que era la cumbre de logística. Mobei-Jun era un hombre grande e intimidante, un alfa puro capaz de paralizar a quien fuera por el miedo, pero estas personas lo veían como uno más de los suyos sin ningún temor.

Al demonio de hielo le gustó sentirse parte de una familia por primera vez.

—¡Ahí viene! —exclamó alguien.

La gente de la cumbre prorrumpió en gritos de alegría cuando vieron llegar a Shang QingHua, acompañado por una mujer y un niño. El señor de An Ding había avisado de antemano que llevaba compañía y que serían parte de la familia, por lo que los tres fueron recibidos con la misma alegría.

—Ella es Lin Xia —dijo Shang QingHua, presentando a la mujer, señalando poco después al niño—. Y este es su hijo Gu Mang.

Este era un acuerdo al que Shang QingHua había llegado con la doncella y con la señora Zhao: mientras ella mantuviera otra identidad, podría hacer lo que quisiera. A Gu Mang se le había inventado una excusa para justificar el que se le ocultara que su adorada tía Ni era en realidad su madre y lo había aceptado. Y claro, Shang QingHua pidió que alguien llevara a la mujer y al niño con Mu QingFang para que los revisara.

Una vez recibió los saludos y abrazos de todos, Shang QingHua corrió a los brazos de Mobei-Jun, quien sintió que su hogar volvía a estar completo.

•••••

Mobei-Jun había pasado toda la noche junto a Shang QingHua, intercambiando unas cuantas sesiones de sexo junto con el cuidado de sus hijos. El demonio estaba recostado boca arriba, con el humano firmemente abrazado a él y la cabeza recostada en su pecho; los dedos del rey de hielo acariciaban distraídamente los mechones del cabello castaño de su pareja, pensativo.

Duan YiHan ya no era una amenaza para Mo Ran. La recién llegada, Lin Xia, tampoco será una amenaza para ninguno de sus niños al haber llegado con su propio hijo. Sin embargo, aún había algo que lo mantenía en vela, un asunto pendiente que no paraba de molestarlo al no saber qué hacer con ello. Shang QingHua se revolvió levemente y finalmente abrió los ojos, lentamente.

—¿Puede Dawang compartir sus preocupaciones con este consorte? —preguntó, ahogando un bostezo, y mirándolo con curiosidad.

Mobei-Jun no pudo evitar pensar en lo afortunado que era al tener cerca a Shang QingHua.

—El señor de la Ciudad Fantasma me ha invitado a su hogar —dijo Mobei-Jun—. Debes saber que, en el pasado, el Desierto del Norte era muy unido a la Ciudad Fantasma. Esa relación se erosionó hasta desaparecer por causa de los malos consejos que mi tío le dio a mi padre. Y cualquier medio de recuperarla desapareció debido a la guerra.

Shang QingHua asintió. Sabía cómo había ido eso: debido a un malentendido, el Desierto del Norte y la Ciudad Fantasma se habían enfrascado en una batalla terrible, en la cual el viejo rey de la ciudad falleció, su hijo mayor se erigió como nuevo regente y los hijos menores desaparecieron sin dejar rastro. Fue así como decidió tomar una decisión.

—Creo que deberías aceptar su invitación —dijo Shang QingHua—. Deberías tratar de retomar esa unión.

—No tengo nada con qué negociar —dijo Mobei-Jun.

—Yo sí lo tengo, y te lo diré —dijo Shang QingHua.

Mobei-Jun lo miró con extrañeza, y un poco de desconcierto.

—¿Es importante para ti que recupere la alianza con la Ciudad Fantasma? —preguntó.

—Es imperativo para nuestro futuro —dijo Shang QingHua—. Algún día lo vamos a necesitar.

Y rogaba en su fuero interno que ese día llegara lo más tarde posible.

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Chan chan chaaaaaaaaan

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora