27.- El encuentro

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El tiempo transcurrió con rapidez, y el día esperado por la Ciudad Fantasma llegó. Hua Cheng salió al encuentro de Linguang-Jun, que iba solamente con dos escoltas para protegerlo. Eso era una buena señal, ya que significaba que el señor no venía a buscar problemas así que la gente de la ciudad podía relajarse... un poquito.

—Que sorpresa verlo por aquí —dijo Hua Cheng a manera de saludo. Después de todo, debía fingir que aún no sabía nada de nada—. No sabía que su sobrino lo había readmitido dentro de su corte.

Los dos escoltas, dos gigantes de hielo más altos que el mismo Linguang-Jun, se miraron uno al otro sin decir nada.

—De hecho, es de mi sobrino de quien deseo hablarle, Su Excelencia —dijo el demonio de hielo.

—Entonces vamos. Mi Mansión Paraíso está lista para recibirlo.

Ambos se dirigieron al lugar. Una vez llegaron, Linguang-Jun indicó a sus escoltas que esperaran afuera y entraron al interior de la mansión. Hua Cheng guió a Linguang-Jun al comedor, donde varios platos de comida estaban servidos, listos para ser degustados. Ambos tomaron asiento frente a éstos, y el primero en comer fue Hua Cheng, distraídamente, y preguntó:

—¿Que lo trae de visita a mi humilde ciudad?

—Tengo entendido que mi sobrino y usted habían pactado una alianza —dijo Linguang-Jun, tanteando el terreno, mientras bebía una copa de vino.

—Sí...

Hubo un breve silencio después de esto, y Linguang-Jun dijo repentinamente:

—Vine personalmente a informarle que el nuevo gobernante del Desierto del Norte soy yo. Al menos por un tiempo.

—¿Qué pasó con Mobei-Jun?

—Él... ¿quién está ahí?

El demonio de hielo señaló hacia una sombra en la esquina. Hua Cheng hizo un gesto displicente con la mano y ésta se acercó, dejando ver a un hombre de túnicas púrpuras, cuyo rostro estaba cubierto con una máscara sonriente.

—Seguro recuerda al viejo consejero de mi padre, Xianxian Yue Shi —dijo—. Así que puede hablar tranquilo, él asegura la discreción absoluta. Con su cercanía no habrá curiosos, y él no puede hablar, así que no dirá nada a nadie.

Hua Cheng esbozó una sonrisa ladina y añadió:

—Él es mi muro de contención.

Linguang-Jun suspiró con resignación y asintió, como aceptando la nueva situación, retomando el tema que habían interrumpido.

—Me temo que mi sobrino ha muerto —dijo—. Su esposo y sus hijos están desaparecidos. No hay rastro de sus cuerpos, por lo que la gente cree que sigan con vida. Por supuesto, he estado buscándolos.

—Tengo entendido que el primero de sus hijos sería el siguiente en la línea de sucesión —dijo Hua Cheng, como si nada, y se rascó la cabeza—. ¿Cómo es que se llama el niño?

—Mo Ran —dijo Linguang-Jun con disgusto—. Aunque un heredero más adecuado sería su hermano Mo Xi. Pero eso no tiene importancia, con que aparezca solo uno es suficiente para asegurar la línea de sucesión. Y yo estaría dispuesto a cuidarlo como se debe.

—¿Y qué quiere exactamente de mí?

Esta vez, fue Linguang-Jun quien esbozó una sonrisa ladina.

—Deseo que me ayude con la búsqueda de los herederos. Por supuesto, tengo interés en mantener la alianza entre el Desierto del Norte y la Ciudad Fantasma, dado que sería muy beneficiosa para ambos, dada la situación actual.

—¿Debo asumir que no tiene idea de donde se encuentran los niños?

—Yo no lo diría así...

Hua Cheng enarcó una ceja, e increpó:

—Señor, si quiere mi ayuda, quiero que sea sincero conmigo. De lo contrario, váyase por donde vino y deje de hacerme perder el tiempo. Sea más eficiente que su sobrino.

Linguang-Jun pareció meditar en sus palabras, y finalmente dijo:

—No sé dónde están los niños, pero recibí informes de que alguien vio al señor de la cumbre An Ding en las inmediaciones de Ciudad Fantasma. Si lo tengo a él, será sencillo tener a sus hijos.

—¿Y su sobrino?

—Él no será un problema.

—¿Y realmente quiere cuidar de los niños?

—Claro que no. Voy a ejecutarlos y me quedaré con el trono. Para eso necesitaré también su ayuda. Con el respaldo de Ciudad Fantasma, nadie discutirá mi posición.

—Tendrá noticias mías si encuentro a alguien.

Linguang-Jun salió, dando por terminada su visita. Hua Cheng volvió al comedor tras despedirlo mirando al hombre entre las sombras, y dijo:

—Ya puede quitarse eso.

—¿Cómo diablos puede Yin Yu trabajar con esto? —increpó Shang QingHua quitándose la máscara—. ¡Casi me asfixio!

—Está acostumbrado —dijo Hua Cheng sin darle importancia—. No sé qué cosa tenía el vino, pero realmente ayudó. Me sorprende la facilidad con la que Linguang-Jun lo dijo todo.

—A mí me sorprende que se haya creído que yo era Xianxian Yue Shi.

—El título es heredado. Así nadie sabrá quién se encuentra realmente bajo la máscara.

Hua Cheng jugueteó con un par de palillos y preguntó, mientras tomaba un baozi:

—¿Está satisfecho con lo que averiguó?

—Vaya que sí —dijo Shang QingHua.

Podía respirar tranquilo, había constatado que no sabía dónde estaban sus niños, por lo que ellos seguirían a salvo en Chonghua. También estaba seguro de que Mobei-Jun estaba muerto, así que no había nada de qué preocuparse. El único en peligro real era él. ¿Por qué tenía tan mala suerte en esta vida?

—Voy a necesitar un disfraz.

—Mi sobrino le puede ayudar con eso —ofreció Hua Cheng—. Wei Ying es bueno con los disfraces.

—¿Y el correo? —preguntó de repente Shang QingHua.

—Es seguro que para mañana lo reciban.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora