11.- Había caído por su imprudencia

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Lo primero que Shang QingHua pensó cuando pisó la casa de los Shi, fue que si había algún dios en el cielo que lo perdonara por lo que había hecho. Era por el bien mayor y no lo volvería a hacer, lo juraba.

—Me alegra mucho que finalmente puedas acompañarnos, cuñado —dijo Shi Yan.

Había sido una costumbre del ministro Shi y de Shang QingHua ir a comer a casa del primero cada medio día, y era la primera vez que Hua PoAn los acompañaba. Por lo general al hombre no le gustaba mucho convivir con la familia Shi, por lo que si su hermana quería verlo debía ella salir a visitarlo. Fue por eso que Hua Gui corrió emocionada a recibirlo cuando lo vio llegar.

—¡Hermano! —exclamó la concubina, abrazándolo.

—¿Cómo has estado, hermanita? —preguntó Hua PoAn, sonriendo.

Los dos hermanos se sumieron en una alegre plática, mientras Lin Xiaonan trataba de alcanzar a Shi WuDu con Shi QingXuan en brazos. Shi MingHua iba tras ellos, y Shi Yan se acercó preguntando:

—¿Qué sucede aquí?

—A-Du le ha quitado un dulce a A-Xuan —dijo Shi MingHua—. Lo compré especialmente para él.

—Mi hermano es muy pequeño para comer dulces —dijo Shi WuDu.

—Pero es suyo —dijo Shi Yan, conciliador—. Devuelvelo.

—No.

Antes de que alguien le insistiera, Shi WuDu sacó el dulce; una bola de azúcar confitada, y se la comió de un bocado. Shang QingHua tragó saliva, fingió demencia y preguntó a Lin Xiaonan por el estado del pequeño QingXuan, lo que hizo sonreír a la esposa.

—Su salud ha mejorado mucho —dijo la mujer, arrullando al bebé—. Es como si fuera un milagro.

Hua PoAn volteó disimuladamente hacia Shang QingHua, casi a punto de preguntarle algo. Sin embargo, apenas abrió la boca para hablar, Hua Gui se adelantó exclamando:

—¡A-Du!

"Bueno, eso fue rápido", pensó Shang QingHua viendo como Shi WuDu caía al suelo y comenzaba a convulsionar. El señor de cumbre corrió rápidamente hacia Lin Xiaonan, alcanzando a la mujer antes de que colapsara. En el camino, le lanzó una mirada disimulada a Hua PoAn, indicando que era su turno de actuar, mientras tomaba suavemente en brazos a Shi QingXuan, que había empezado a llorar. Lin Xiaonan se arrojó gritando hacia Shi WuDu, y al mismo tiempo Hua PoAn tomó del brazo a Shi MingHua, que trataba de escabullirse de allí.

—¿Qué le has puesto? —preguntó el ministro, lo que hizo que todos voltearan a verlo.

—¿De... de qué hablas? —se exasperó Shi MingHua—. ¡Suéltame, maldito mestizo!

El semblante de Hua PoAn se oscureció. Hua Gui rebuscó entre los pliegues de su túnica y sacó un pequeño frasco con medicamento, el cual le dio a beber a Shi WuDu. La medicina pareció funcionar, puesto que el niño dejó de convulsionar, y Shi Yan lo cargó en brazos para llevarlo con un médico. En medio del jaleo, Shi MingHua se soltó de Hua PoAn y se alejó corriendo de allí sin mirar atrás. Shi Yan. Lin Xiaonan y Hua Gui se fueron, y Hua PoAn se quedó atrás junto a Shang QingHua, que seguía arrullando a Shi QingXuan. Tener al pequeño en sus brazos le hizo extrañar a sus propios hijos, deseaba que el resto del mes pasara rápido para poder abrazar de nuevo a Mo Ran y a Mo Xi.

—Muy osado de su parte, maestro Shang —dijo Hua PoAn—. Me siento admirado.

Shang QingHua no dijo nada. Se las había arreglado para convencer a Hua PoAn de entregarle el veneno que había usado con Lin Xiaonan, y con ayuda de Duan YiHan lo había dejado entre las cosas de Shi MingHua. Lo había acomodado de tal modo que todo lo que guardara en su bolsa se impregnara del mismo, lo que ocurrió con los dulces que había comprado. Sería cuestión de tiempo para que terminaran por acusarla de intento de asesinato contra sus sobrinos, porque había quedado claro que el dulce consumido por Shi WuDu era originalmente para Shi QingXuan.

—Le recomiendo fingir demencia, ministro Hua —dijo Shang QingHua, dispuesto a dirigirse a seguir a la familia para entregar al bebé que estaba cargando.

•••••

Había un gran alboroto en la mansión Mo cuando Shang QingHua regresó al lugar.

Gracias a la oportuna intervención de Hua Gui, se había podido salvar la vida de Shi WuDu, el menor solo debía permanecer en reposo por unos días y se recuperaría por completo. Tras entregar a Shi QingXuan, Shang QingHua regresó a la mansión Mo para tirarse en la cama y descansar un rato. ¿Quién diría que se encontraría con Mo Qingchi echando fuera a su hermano y a su esposa?

Solamente ver eso le hizo sonreír. Sus elucubraciones habían funcionado.

Shang QingHua le había pedido a Duan YiHan que tomara nota de las horas en las que Mo Xianting iba a ver a Shi MingHua, y el día anterior le había indicado que avisara a Mo Qingchi si su hermano aparecía en la casa para ver a la señora. El buen hermano Avión había previsto que Shi MingHua huiría a casa para lamer sus heridas, y qué buena forma de hacerlo que teniendo un buen rato con su amante. Lo que ninguno se esperaba era que Fuling-Jun llegara antes de tiempo y los descubriera en la sala, a punto de tener la acción. Como consecuencia, Mo Qingchi echó fuera a Mo Xianting de una patada y sacó a Shi MingHua arrastrando con solamente lo que llevaba puesto.

—¡Largo de aquí! —gritó Mo Qingchi—. ¡Y ni se les ocurra regresar!

—¡Déjame explicarte! —sollozó Shi MingHua—. ¡Él me sedujo!

—¿Qué? —inquirió Mo Xianting—. ¡Fuiste tú quien lo hizo! ¡Ramera!

Shang QingHua lamentó no tener palomitas para disfrutar del espectáculo, sobre todo cuando algunos guardias aparecieron para arrastrar a Shi MingHua. Su propio hermano la había acusado de intentar envenenar a su hijo, y de haber envenenado a su esposa cuando estaba embarazada; ya que el médico que había atendido a la familia había comprobado que la misma sustancia que había ingerido Shi WuDu había mermado la salud de Shi QingXuan. Un tercer guardia había entrado a la casa, encontrando el bolso de la mujer, y allí vio una pequeña bolsa de dulces impregnados con veneno.

Por pedido de Shi Yan, Shi MingHua fue acusada por intento de asesinato. Por pedido de Mo Qingchi, tanto Shi MingHua como Mo Xianting habían sido acusados de infidelidad, por lo que el hombre también fue detenido. Shang QingHua disfrutó de ver cómo arrastraban a la pareja de infieles para llevarlos a prisión, y estaba seguro de que al menos uno de ellos sería ejecutado. Al final, Shi MingHua había caído por su imprudencia.

Que bonito era cuando los planes te salían la mar de bien.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora