3.- Debía empezar de una vez

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Tres meses pasaron en un parpadeo.

Shang QingHua volvió a su rutina dentro de la montaña Cang Qiong con un pequeño añadido: sus hijos lo acompañaban en la cumbre An Ding. Tal como en su vida pasada, se hacía cargo de Mo Xi y Mo Ran cuando estaba en su despacho y si debía salir, sus asistentes se encargaban de ellos. Eran dos amigas que había rescatado de un burdel, llamadas Duan YiHan y Xun Feng. Las primeras que huyeron llevando a cada uno de sus gemelos consigo por orden suya.

Duan YiHan había perdido un hijo cuando Shang QingHua la llevó a su cumbre, y aún seguía con ese duelo, por lo que creyó que sería una buena idea dejarla al cuidado de Mo Ran. Sus investigaciones posteriores revelaron que aquello había sido un error: la mujer había enloquecido; creyendo que Mo Ran era su propio hijo y, durante cinco años, cuidó de él metiéndole esa idea en la cabeza hasta que murió en la más absoluta pobreza.

Y las desgracias en las que sumió a su hijo lo arrastraron a la maldad...

—Señor, el líder de la secta lo ha mandado llamar.

La voz de Xun Feng sacó a Shang QingHua de sus pensamientos y volteó hacia ella. El destino de Xun Feng no había sido mejor que el de Duan YiHan: ambas se separaron al llegar al reino superior, y Xun Feng había alcanzado a dejar a Mo Xi al cuidado de una familia prestigiosa antes de morir por enfermedad. El hombre que lo había criado como su padre murió cuando Mo Xi tenía siete años, y el resto de esa familia lo había dejado a la deriva por el resto de su vida.

Tanto Mo Ran como Mo Xi se olvidaron de Shang QingHua como su madre debido a su casta: los betas no producían feromonas para impregnar, y todo rastro de Mobei-Jun sobre ellos había desaparecido cuando él murió. En esta vida, no iba a dejar que eso sucediera.

Tenía solo un año para tomar todas las precauciones necesarias. Debía empezar de una vez.

•••••

Inesperadamente, la reunión con Yue QingYuan le había ayudado a ponerse en perspectiva.

De vuelta en casa, mientras Mobei-Jun arrullaba a los niños, Shang QingHua pensó en que tenía dos frentes de qué ocuparse. Primero, debía mermar lo más posible la rebelión en la que su esposo sería asesinado; por lo que empezó a hacer una lista de toda la gente que estuvo involucrada. En su anterior vida, el demonio de hielo había sido debilitado lentamente, envenenado con flores de lava pulverizadas y mezcladas en la comida; lo cual mermó su poder considerablemente y lo volvió vulnerable.

Shang QingHua debía deshacerse de toda la gente que pudiera en el transcurso de un año.

Por otro lado, en caso de que la rebelión se produjera y tuviera que alejarse nuevamente de sus hijos, debía asegurarse de que realmente pudieran estar a salvo y; más importante, para que pudiera volver a buscarlo. Por ello, había una persona fundamental en todo esto: Mo Qingchi, el hombre que había acogido a Mo Xi tras la muerte de Xun Feng. Era importante para Shang QingHua mantenerlo vivo, al igual que a Duan YiHan y a Xun Feng.

Por el momento, sus prioridades eran esas. Debía empezar a maquinar algunas conspiraciones y, si había algo que Shang QingHua, el venerable Avión Juju, el gran Avión Disparando hacia el cielo sabía hacer... era armar conspiraciones.

Lástima que debió haberse quedado atrapado en la trama genérica de una novela barata de harén. Pero bueno, eso le pagaba las cuentas.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora