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Shi Yan leyó la carta que había recibido de Hua Gui. Si bien a él le parecía peligroso que su concubina recibiera cartas provenientes de la Ciudad Fantasma, tampoco creía convenientes prohibirle el contacto con su familia. A la luz de los hechos recientes, tuvo que pensar en que había sido una buena decisión.

Ahora debía hacer algo que le pesaba en el alma, pero que era conveniente para salvar vidas.

—¿Padre? —llamó Shi WuDu entrando al despacho—. La puerta estaba abierta y...

El niño enmudeció al ver a su padre con una carta en las manos y un semblante de preocupación en el rostro, temiendo lo peor. Shi Yan volteó hacia su hijo mayor y le indicó que se acercara.

—WuDu, necesito que hagas algo por mí —dijo el ministro.

Tendría que usar a su hijo como parte del engaño que se estaba urdiendo. Pero si con eso podía evadir las sospechas que comenzaban a caer sobre su cabeza, valdría la pena. Al menos, quería pensar eso; solo así podía calmar la culpa en su conciencia, aunque solo fuera la mano ejecutora del plan de alguien más.

*****

Cuando los guardias del Desierto del Norte tocaron a su puerta, días después, Shi Yan se encontraba reunido con Mo Qingchi y otros tres señores de secta. El objetivo de la reunión era hacer un programa de intercambio para comparar habilidades y métodos de enseñanza para enriquecer la educación de los jóvenes.

—¿Puedo ayudarles en algo? —preguntó Shi Yan al ver a un funcionario de Chonghua acompañando al grupo. Era raro, pero ese no era el momento indicado para indagar al respecto.

—Hemos oído que tiene usted refugiados a los herederos del desierto helado —dijo el funcionario.

—Oh, me temo que están en un error, pero pueden pasar...

Los guardias demonios entraron al hogar inoponadamente. Mo Qingchi se puso de pie y dijo:

—¿Qué es esto?

A su lado se encontraba un niño pequeño, que llamó la atención de los guardias. Notando esto, el hombre dijo:

—Este es mi hijo, Mo Xi.

Había otros tres niños acompañando a los tres señores restantes: uno de ellos, de túnicas azul marino, se presentó como Xue ZhengYong y presentó a su sobrino, Mo Ran. El segundo, de túnicas verde olivo y un pesado sable ceñido a su cintura, se presentó como Nie Qiang y presentó a su hijo menor, Nie HuaiSang; mientras que el último se presentó como NanGong Baihu y presentó a su hija como NanGong Jie.

Al no encontrar lo que buscaban luego de una exhaustiva revisión, los guardias se fueron. Shi Yan suspiró de alivio, el cual se desvaneció al encontrarse con la mirada fulminante de Shi WuDu. El niño observó con impotencia como sus amigos eran separados, y aunque entendía la razón detrás de ello, no pudo evitar sentir rencor por la forma en que su padre lo había manejado todo sin buscar alguna otra solución 

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora