25. La noticia lo tomó por sorpresa

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Hua Cheng pateó la puerta de la habitación compartida por Mobei-Jun y Shang QingHua, y dirigiéndose al beta dijo:

—Dile a tu maldito esposo que se controle o lo voy a echar.

Shang QingHua volteó a ver a Mobei-Jun con confusión, para después dirigir la mirada a Hua Cheng, alternando entre uno y otro esperando que alguien se dignara a explicarle la situación. Fue Yin Yu, un discreto sigma, quien se abrió paso hasta llegar a Shang QingHua y decirle en voz baja:

—Las feromonas de su esposo alteran a mi señor.

—Oh... —dijo Shang QingHua, añadiendo al comprender de golpe—. ¡Oh! Mierda, no había previsto eso. Lo arreglaremos.

—No hasta que me encargue de mi tío —siseó Mobei-Jun con rabia.

—Para eso tienes que recuperarte, maldito idiota —replicó Hua Cheng—. Y no vas a poder hacerlo hasta que...

Una voz joven llamó la atención de todos y voltearon hacía un muchacho que se asomaba por la puerta con una sonrisa brillante.

—Me estaba preguntando por qué huele a alfa — dijo—. Tío, ¿me lo presentas? Necesito amigos alfa.

—¡Wei Ying! —exclamó Hua Cheng, fuera de sí—. ¡Sal de aquí ahora!

Shang QingHua frunció el ceño. Ese niño era humano, ¿cómo había llegado a la Ciudad Fantasma? Yin Yu se encargó del chico, y al ver su expresión de duda, Hua Cheng aclaró:

—Sus padres son fantasmas. Cuando él tenía cuatro años, el deseo de protegerlo los hizo cultivarse de modo fantasma antes de morir y los acogí. Su padre es mi hermano jurado. Ustedes arreglen su problema.

El señor de la ciudad salió tan intempestivamente como entró. Shang QingHua volteó hacia Mobei-Jun y ladeó la cabeza.

—Mi amor, en serio tienes que controlar tus feromonas —dijo—. No estamos en peligro aquí, pero lo estaremos si no aprendes a ocultar tu olor.

—Estoy preocupado por los niños —dijo Mobei-Jun—. Creerán que los abandonamos.

Shang QingHua sintió un escalofrío con esas palabras. Se puso de pie rápidamente solo para sentarse frente al escritorio y comenzar a escribir frenéticamente en el pergamino, sin detenerse hasta que terminó y; cuando la tinta secó lo enrolló cuidadosamente para después dirigirse a la oficina de Hua Cheng.

—¿Podría llevar eso con la correspondencia de Hua Gui? —le pidió.

Hua Cheng asintió, repentinamente preocupado, lo que a su vez preocupó a Hua Cheng.

—Tenemos un problema —dijo, dejando caer un rollo de pergamino que conocía perfectamente bien—. Linguang-Jun vendrá aquí en una semana.

Shang QingHua volvió a sentir temor. La noticia lo tomó por sorpresa, y por un momento se congeló en su sitio.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora