30.- Infiltración

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—Esto me pica.

—Maestro Shang, no sea tan llorón.

Algo había que admitir: CangSe SanRen era realmente buena con los disfraces, al igual que su hijo. Bastó un poco de maquillaje, unas cuantas ropas distintas a lo que solía usar, un pequeño cambio de look, y ¡vualá! Había pasado de ser un respetado (y fugitivo) maestro de secta a ser un desconocido cualquiera con el poder de infiltrarse donde sea sin llamar la atención.

—Entiendo el tema sobre parecer un vagabundo ilustrado —dijo Shang QingHua—. ¿Pero por qué debía ser yo quien use un bigote?

—Porque sería muy raro que yo lo use con mi traje de señora —dijo CangSe SanRen.

Habían escuchado que Linguang-Jun estaba reclutando sirvientes fantasmales para su palacio. Hua Cheng había conseguido píldoras de esencia fantasmal para Shang QingHua y tanto él como CangSe SanRen se dirigieron al lugar luego de disfrazarse. La salud de Mobei-Jun iba en declive y el Palacio del Desierto del Norte era el único sitio en el que podrían encontrar una forma de curarlo permanentemente. Además, claro, de cualquier información privilegiada que pudieran encontrar para tener una ventaja y poder patearle el trasero a este viejo usurpador.

—Entonces... ¿cuál es el plan? —preguntó CangSe SanRen mientras seguía a Shang QingHua por los parajes helados del Desierto del Norte.

—Presentarnos ante Lingguang-Jun sin que el tipo nos descubra —dijo Shang QingHua—. Después improvisaremos sobre la marcha.

CangSe SanRen se detuvo, tomando del brazo a Shang QingHua, y preguntó:

—¿Está jugando conmigo?

—Por supuesto —dijo Shang QingHua con una sonrisa—. Tengo un plan, pero no tiene sentido que se lo diga si no sobrevivimos al primer paso.

—Ese es un buen punto.

El señor de cumbre le dio un trago a la botella y siguieron su camino. Le costó un gran esfuerzo fingir que era nuevo en esta tierra, le costó fingir que tenía miedo de los demonios entre los cuales había vivido, y le costó contenerse cuando estuvo frente al tío de su esposo para no saltarle encima y sacarle los ojos. El demonio de hielo los miró desde su trono y preguntó:

—¿Sus nombres?

—Esta humilde se llama Pian Ran —dijo CangSe SanRen, manteniendo gacha la mirada—. Y este es mi hermano, Pian Rao.

—¿Qué saben hacer?

—Soy hechicera —dijo la mujer—. Mi hermano es escriba. Es mudo, por lo que se expresa por medio de las letras.

"¿¡Pero qué mierda!?", pensó Shang QingHua en un principio, pero tuvo que admitir que tenía su ingenio. En su vida anterior, el joven que se convertiría en el escritor Avión Disparando hacia el cielo, se había vuelto muy bueno en falsificar la letra de otras personas. De ese modo se había librado de muchos castigos, había conseguido muchos beneficios e incluso se las había arreglado para hacer pequeñas trampas que le permitieron vivir sin el permiso ni sustento de sus padres.

Además, siempre se podían revisar las notas de un mudo para asegurarse de que no se iría de la pluma... porque de la lengua ya no puede. Y el ser un escriba le daría acceso a mucha información importante. Algo así debió haber pensado Lingguang-Jun, porque los aceptó a ambos dentro del castillo.

Shang QingHua se encomendó a todas las deidades conocidas y por conocer. El juego había escalado a un nuevo nivel.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora