29.- El plan a seguir

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Esto es lo que Shang QingHua sabía:

1.- Lingguang-Jun estaba absolutamente seguro de que su sobrino estaba fuera del partido.

2.- El susodicho Lingguang-Jun no tenía ni idea de dónde estaban sus hijos.

3.- En cuanto el desgraciado infeliz encontrara a sus retoños, los iba a sacrificar para quedarse con el poder.

Por supuesto, el venerable Avión-juju había jugado en doble sentido: no solo se encargaba de señalar y eliminar futuros traidores, sino que había infiltrado a sus propios traidores en el séquito de Lingguang-Jun, por lo que se enteró de que el señor hacía gala de su característica imprudencia planeando usar a la Ciudad Fantasma para atacar a Chonghua, dispuesto a usar sus fuerzas como chivos expiatorios.

Sobra decir que a Hua Cheng no le hizo gracia escuchar esto.

—Esa basura inútil... —siseó con rabia—. Voy a hacer que se arrepienta.

—Toc toc.

Wei Ying se asomó por la puerta, con su característica sonrisa, y dijo:

—Traje disfraces para el señor Shang. Y también traje a mi mamá.

—A tu... ¿mamá?

Una mujer parecida al joven apareció, con una expresión de curiosidad en su rostro. Aún así, sonreía.

—Mamá sabe hacer maquillajes de disfraces —dijo Wei Ying—. Y es buena infiltrándose en lugares.

—¿De veras?

La señora CangSe SanRen asintió con entusiasmo, y procedió a explicar su travesía por el mundo.

—Mi maestra nos habló sobre una de las sectas del mundo, la villa Siji. Tenía muy buena opinión de esa secta, por lo que se volvió una de mis paradas obligatorias cuando bajé de la montaña. Su maestro me recibió con los brazos abiertos, y aprendí muchas cosas allí.

—¿Tienes un plan? —preguntó Mobei-Jun, apareciendo de repente.

—Lo tengo —dijo Shang QingHua—. Me voy a infiltrar en la corte de Lingguang-Jun.

Hua Cheng y Mobei-Jun lo miraron , el primero con incredulidad y el segundo con alarma, ambos diciendo al unísono:

—¿Que vas a hacer qué?

—Señor, ¿debo recordarle que lo están buscando? —preguntó Hua Cheng.

—Es muy peligroso —dijo Mobei-Jun.

—Y por eso es una idea genial —dijo CangSe SanRen—. Nadie sospecharía nada.

—Mamá —intervino Wei Ying—. Deberías ir como refuerzo.

Shang QingHua miró a CangSe SanRen, y ella asintió, diciendo:

—Estaré encantada de ayudar.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora