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¿En qué momento se había descontrolado todo esto?

Un día eras el líder del Desierto del Norte, estabas cerca de cumplir tus objetivos y asegurar tu dominio sobre todo lo demás. Y al día siguiente tu vida está en manos de un ridículo y patético humano que se había infiltrado en SU PALACIO. ¿Qué demonios?

—Dame un motivo, anda, pedazo de mierda.

No había un solo rastro del patético humano que era Shang QingHua en el sujeto que le estaba atenazando la garganta con una espada. Una. Espada. De. Fuego. ¿De dónde sacó esa cosa Shang QingHua? Lingguang-Jun tragó saliva, sopesando sus opciones, tratando de encontrar una solución para salir bien parado de ese predicamento... vivo, de preferencia. Tiene un reino que tomar.

—¿Qué es lo que quieres?

En realidad, Shang QingHua ya había obtenido lo que quería: el antídoto para salvar a Mobei-Jun, pero este sujeto se había aparecido en el momento menos indicado y pues... tuvo que improvisar. Contrario a lo que solía pensar, el venerable Avión-juju no era tonto y había logrado recordar muchas cosas sobre la trama de su novela; entre ellas el rito de los demonios de hielo para lidiar con los usurpadores. En pocas palabras, no le tocaba a él lidiar con Lingguang-Jun pero, por los dioses, cómo ardía en deseos de rebanarle el cuello ahora mismo.

Daría todo lo que fuera para poder rebanarle el cuello en ese momento. Sus niños estaban dispersos por su maldita culpa y su instinto de madre-padre exigía justicia; exigía sangre y este imbécil estaba tan a su merced... la tentación era demasiada. Shang QingHua realmente ardía en deseos de matarlo, pero las reglas eran las reglas, lastimosamente.

—No sabes cómo deseo asesinarte por poner en peligro a mis hijos, desgraciado infeliz —siseó el humano—. Pero, solo me conformaré con esto.

Shang QingHua presionó la hoja de la espada ardiente contra el rostro de Lingguang-Jun, el chisporroteo de la carne quemada se escuchó y un grito desgarrador emergió del demonio. Todo rastro de atacar se esfumó, el dolor era demasiado y se llevó las manos al rostro, retrocediendo lanzando alaridos de dolor mientras retrocedía. Shang QingHua aprovechó esa oportunidad y salió corriendo, chocando con CangSe SanRen.

—¿Qué...?

—¡Hay que irnos, ahora! —le gritó Shang QingHua, tomándola del brazo para empezar a correr.

Ambos se alejaron del lugar, escapando por uno de los tantos pasadizos que Shang QingHua había creado, previsoramente.

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Por si se preguntan qué pasó con los títulos, la respuesta es sencilla: soy perezosa y ya no me da la gana hacer títulos. Deal with it (?)

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⏰ Última actualización: Oct 14 ⏰

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La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora