6.- El juego había comenzado

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Shang QingHua sonrió al ver el embeleso de Duan YiHan. Como solía pasar, los rumores y relatos sobre el esplendor de Chonghua no le hacían justicia a la capital del reino superior, el mismo QingHua se habría sentido igual de embelesado si no le tuviera tan mala fe a la ciudad.

En su vida anterior, había estado una vez en este sitio, después de que el último de sus hijos se hubiera presentado en An Ding. Como si fuera una especie de castigo autoimpuesto, había recorrido todos los sitios en los que sus hijos habían vivido, averiguando todo lo que habían sufrido por su causa. Saber todo lo que Mo Xi había pasado en esta ciudad le agrió el carácter, por lo que no lamentó mucho que Mo Ran hubiera arrasado con ella hasta los cimientos.

—Shang Daozang, sea bienvenido a Chonghua —saludó Mo Qingchi como bienvenida—. Por orden de Su Majestad, van a alojarse en mi hogar. Espero que no...

Sus últimas palabras fueron olvidadas al ver a Duan YiHan. La muchacha miraba a su alrededor, y cuando sus ojos se encontraron con los de Mo Qingchi, ofreció una sonrisa inocente que derritió el corazón del hombre. Shang QingHua, que comenzó a sentirse en medio de una pareja de enamorados, carraspeó discretamente y procedió a las presentaciones de rigor.

—Fuling-Jun, esta es mi asistente, Duan YiHan —dijo.

—Mi nombre es Mo Qingchi —se presentó el hombre, tomando la mano de Duan YiHan para depositar un beso en el dorso de ésta—. Es un gusto conocerle.

—Es un honor para mí —dijo Duan YiHan, haciendo una reverencia.

Shang QingHua sonrió, pensando que el flechazo entre los dos había sido instantáneo, y decidió dejarlos a solas un rato usando como excusa que iría a visitar al emperador. En realidad, aunque sí iba a visitar al emperador, quería ver a los jóvenes príncipes, y en especial, a tres de ellos: el heredero, Murong Chen, su hermana Mengze y su primo Lian. Quería ver a las tres personas que habían estado muy relacionadas con uno de sus gemelos.

El palacio imperial le recordó a una de esas novelas que solía leer cuando era el venerable Avión-juju: un sitio lleno de gente, bonito tanto por dentro como por fuera. Debía acostumbrarse a él dado que iba a trabajar aquí por un tiempo. El emperador en persona lo recibió, y a su lado se encontraba un pequeño cubierto con varias túnicas.

—Este es mi hijo, Murong Chen —dijo el emperador, con orgullo.

Shang QingHua sonrió, mirando al futuro hijo de puta que terminaría por enemistar irremediablemente a Mo Ran y a Mo Xi. Su venita vengativa pensó "voy a arruinarte, pequeña mierda. Voy a exponerte como el tirano homicida que eres". Pero después pensó si no sería mejor evitar que se convirtiera en el villano que terminaría por arrastrar al mayor de sus hijos al abismo del lado oscuro.

No, no, no, Avión-juju. Concéntrate en tus propios retoños.

En su única visita a la ciudad, había descubierto que Mo Xianting, el hermano de Mo Qingchi, tenía una aventura con su cuñada, Shi MingHua, y se casó con ella tras la muerte del mayor. Gracias a la influencia de éstos dos, todo el clan Mo le dio la espada a su pequeño. Ahora, en esta vida, mientras recorría el palacio imperial al lado del emperador, Shang QingHua pensaba en la manera de ponerlos en evidencia.

De repente, su mirada se posó en un soldado que iba pasando. Al preguntar, descubrió que se trataba nada más y nada menos que el hombre de confianza de Mo Qingchi. El desertor que terminaría por asesinarlo. La sonrisa de QingHua se ensanchó, con pensamientos maliciosos inundando su mente.

El juego había comenzado.

Su mente se distrajo de sus pensamientos de conspiración al ver a un hombre pasar rápidamente, deteniéndose justo frente a él. El emperador Murong se encargó de las presentaciones, y de nueva cuenta, Shang QingHua terminó sorprendido.

—Shang Daohzang, le presento al ministro Shi Yan. Va a trabajar estrechamente con él.

Este sujeto, Shi Yan, era el hermano mayor de Shi MingHua. Este sujeto tenía dos hijos, y si no le fallaba la memoria, el segundo ya había nacido. Shang QingHua ladeó la cabeza mientras su mente comenzaba a maquinar nuevos planes. El señor de An Ding se inclinó haciendo una reverencia y dijo:

—Ministro Shi, va a ser un placer trabajar con usted.


La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora