17.- Era tal como lo había imaginado

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Shang QingHua despertó sintiéndose extremadamente pesado. No era porque tenía a dos niños de tres meses sobre su pecho buscando comer, sino que… bueno, no podía explicarlo exactamente, pero se sentía con un peso extra. No podía dejar que eso le distrajera, ya que ese día era importante: el joven señor de la Ciudad Fantasma pondría un pie allí para reunirse con Mobei-Jun. 

¿Por qué en su pico? Eso no tenía importancia. Pudo inventar una tontería cualquiera cuando sus compañeros de la montaña Cang Qiong preguntaron, pero hasta ahí. No les estaba pidiendo permiso, de todos modos, les estaba avisando de lo que iba a suceder y les advirtió que lo mejor para ellos era no entrometerse en sus asuntos. 

El venerable Avión-juju se sintió Dios en ese momento.

Claro que, llevaba años manejando An Ding como si fuera una secta aparte, ocupándose de la montaña Cang Qiong solo para tener el ingreso que se le da a cada pico. Era probable que eso hubiera provocado que los demás miembros de la secta, incluso el magnánimo líder, miraran a otro lado cuando ocurrió la insurrección del Desierto del Norte. Tras la pérdida de su familia, Shang QingHua solo había bajado la cabeza y aceptado todo lo que sus compañeros líderes de pico tiraban sobre él, soportando los maltratos y humillaciones que le hacían como un castigo autoimpuesto. 

En esta vida no dejaría que eso pasará, así que los demás señores de pico podían irse a comer tierra. Él haría lo que tenía que hacer.

No era sencillo con dos bebés colgando de su espalda, y con un constante mareo que amenazaba con hacerlo desmayarse… pero su esposo contaba con él y no podía decepcionarlo.

—A-Ran, no muerdas. 

Pero Mo Ran siguió ignorando a Shang QingHua y mordía mientras bebía de su pecho. Había dejado todo a punto para la reunión, donde su presencia no era requerida, y se había dedicado a alimentar a sus bebés. Mo Xi estaba dormido en su cuna, pero Mo Ran seguía inquieto y despierto aún después de comer. Era un bebé bastante activo. 

Para cuando Xun Feng se asomó por el umbral de la puerta, Shang QingHua había logrado hacer 

dormir a Mo Ran. La mujer se acercó con cuidado para no hacer ruido y susurró:

—Señor, su esposo lo necesita.

—¿No se ha reunido ya con el señor de Ciudad Fantasma? —susurró Shang QingHua.

—Por eso lo necesita. 

Sintiendo un escalofrío, Shang QingHua dejó a Xun Feng con los niños y se dirigió a su despacho principal, donde había dejado todo listo para la reunión. Cuando llegó allí, casi se le va el aliento al ver a su invitado. Era un hombre, casi tan alto como su esposo, vestido de rojo con adornos de plata; el cabello suelto, con un parche cubriendo su ojo derecho. A su lado, Mobei-Jun mantenía los brazos cruzados con semblante adusto.

—¿Usted es quién está a cargo de esta cumbre? —preguntó el señor de Ciudad Fantasma—. Lo imaginaba más alto. 

Shang QingHua carraspeó antes de hablar. 

—Me lo dicen mucho —dijo—. ¿Puedo ser de ayuda para Su Excelencia?

—Su esposo dijo que sabe algo que requiero. ¿Qué me pide a cambio de tal información?

El hombre había ido directo al punto, lo que hizo sonreír a Shang QingHua. Todo era justo como lo había imaginado; por lo que no tuvo temor de mostrar su carta. 

—Creo que la alianza entre su ciudad y el reino de mi esposo podría ser beneficiosa para ambos, ya que hay un solo culpable de lo sucedido en su territorio —dijo Shang QingHua.

Tanto el invitado como Mobei-Jun intercambiaron una mirada, y el demonio de hielo dijo:

—Mi tío fue el causante de la guerra entre nuestros reinos. Tengo pruebas que lo avalan.

—Sin embargo, el hombre resultó ser bueno ocultando sus rastros, por lo que no lo hemos encontrado —intervino Shang QingHua—. Creo que un esfuerzo conjunto entre la Ciudad Fantasma y el Desierto del Norte podría ayudarnos a cubrir más territorio para hacerlo pagar por sus crímenes. Además… creo que sería una gran oportunidad para que usted y mi esposo aclaren malos entendidos. ¿No le parece, Hua Chengzhu?

Mobei-Jun le dirigió una mirada de alarma a Shang QingHua, mientras que Hua Cheng, el regente actual de la Ciudad Fantasma, se mantuvo estático. En realidad, eso justamente era lo que había pensado, pero no se le había ocurrido decirlo en voz alta. Finalmente sonrió, y asintió lentamente.

—Sí, tiene razón —dijo—. Pero no es por eso que deseo verlo. 

Shang QingHua esperó en silencio, sabiendo lo que iba a preguntar, sin presionar de ningún modo. Hua Cheng respiró hondo y dijo:

—Mis hermanos. ¿Usted pudo verlos? ¿Están bien?

—Le aseguro que Hua PoAn y Hua Gui están más que bien —dijo Shang QingHua.

La fabulosa transmigración de Shang QingHuaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora