Tras salir de los cuidados del hospital, se mantuvo bajo los cuidados de Alastor. Aunque en una ocasión queriendo regalar algo a Alastor por su ayuda, y por el cumpleaños seguido del mismo mando a costurar un traje con tonos rojos y negros, era una manera de agradecer a Alastor ppr ayudarlo y cuidarlo, aunque en lugar de mejorar empeoraba de peor manera, cada vez más y más. Pensaba simplemente en querer morir de una vez, pero aún tenía que juntar más dinero para que su madre no pasara una mala vida cuando el ya no estuviera.
Un día antes del cumpleaños de Alastor le entrego el traje y le dijo que lo abriera al día siguiente, Alastor mostró una gran sonrisa de felicidad al recibir el regalo y luego abrazo a Marionett.
En un punto Alastor llegaba a sentirse mal por tener que envenenar a Marionett con veneno de ratas, pero al pensar que otro tipo de venenos costaban más dinero se le pasaba.
Pero aún así aún en el había un pequeños gramo de culpa, ya que tenía que mantener vigilado a Marionett la mayoría del tiempo, no se le vaya a morir cuando aún no llegó su día de ritual.
Pero dejando eso de lado, Alastor se sentía feliz junto al lado de Marionett, ya que pese a que la mayoría del tiempo, Marionett estuviera enfermo siempre sonreirá y se daba un tiempo para hablar con Alastor y si era posible bromear sin salir lastimados.
Cada mañana que Alastor entraba a la habitación de Marionett tenía en claro su objetivo, pero al verlo sonreír, y que esa sonrisa fuera dirigida a él, sin muestras de miedo o odio simplemente le revolvía el estómago y lo hacia dudar de sus acciones.
Pero al final, solo era una de sus víctimas a largo plazo.
Marionett moriría bajo sus manos, no las de otras personas, y en cierto punto Alastor se encariño con Marionett prometiendo.
Que si Marionett Iba a morir seria por su mano, solo el tendría el honor de matar a una persona tan amable como el.
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Un día estando recostado en cama dejando la cafetería a cargo de Alastor se decidió a llamar a su madre.
—¿hola? ¿Mamá...?— Pregunto con una gran sonrisa esperando escuchar del otro lado la dulce voz de su madre, más solo escucho la voz tosca de un hombre.—¿Quién es usted?— Pregunto poniéndose serio.
—Soy un amigo de tu madre, tu debes ser su hijo, ¿no es así?— Comento la persona desde el otro lado de la llamada.
—¿Porqué tiene usted el teléfono de mi madre?— Cuestionó atento a las palabras del hombre.
—Pero que coincidencia de un hijo ingrato con su madre, llamando después de más de un año a la pobre mujer.—
—Solo responda.— Exigió.
—Esta muerta, un accidente de infortunio por querer ir a visitar a su hijo que estaba en otro lugar, su transporte sufrió un accidente.— Soltó secamente el hombre.