Nuevas preocupaciones

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Mi corazón latía rapidísimo y mi respiración estaba acelerada, me había quedado atónita, no sabía cómo reaccionar, estaba guindando del asiento del copiloto, con el cinturón como único soporte, todo había sucedido tan rápido y me había golpeado lo suficientemente fuerte para que una delgada línea de sangre corriera por mi frente. ¿De dónde había salido ese auto y por qué estaba en la vía contraria? No tenía idea, pero luego tendría tiempo de preocuparme por eso, debíamos salir de ahí. Miré a mi mamá rogando que estuviera bien, la escena que vi fue preocupante, ella estaba inconsciente y al parecer, su golpe había sido peor que el mío, pues tenía mucha más sangre, lo cual me hizo inquietarme.

- ¿Mamá? – la llamé.

No obtuve respuesta. Coloqué mi mano en su brazo y la sacudí tratando de hacerla despertar, pero fue en vano.

- ¡Mamá despierta, por favor, debemos salir de aquí! – seguí intentando - ¡Mamá! 

Las lágrimas brotaron de mis ojos de manera inevitable, la imagen del día que murió Sabrina surcó mi mente, como advirtiéndome que debía buscar ayuda rápido, eso hice. Me desabroché el cinturón y caí sobre el techo del auto, donde yacían alguno pedazos de vidrios rotos, abrí la puerta del conductor, desabroché el cinturón de mi mamá y la arrastré hasta fuera del auto, donde la dejé sobre la hierba.

Me puse de pie y recorrí todo el lugar con la mirada, no había casas cerca y tampoco había rastro del auto con el que habíamos chocado, metí la mano en mi bolsillo para sacar mi celular, que tenía la pantalla rota por el accidente, pero aún servía, marqué el número del 911 con los dedos temblorosos, por fortuna me respondieron al instante.

- 911 ¿Cuál es su emergencia? –

- Buenas tardes, mi mamá y yo acabamos de tener un accidente automovilístico, yo estoy bien, solo me golpeé un poco la cabeza, pero ella está inconsciente- expliqué, alterada.

- ¿Cuál es su dirección? 

Le di nuestra dirección y dijo que enviaría una ambulancia. La espera fue eterna, me senté al lado de mi mamá mientras miraba la autopista, desesperada porque necesitaba que la ambulancia llegara rápido. Luego de unos 10 minutos, por fin llegaron, subieron a mi mamá en una camilla, yo me quedé sentada a su lado, los paramédicos empezaron a atenderla, le colocaron una máscara de oxígeno, desinfectaron la herida y la vendaron, al cabo de unos minutos llegamos al hospital y se la llevaron a una sala, consideraba que mi herida no era para nada grave, por lo que solo limpié la sangre con un algodón y me coloqué una gasa que le había pedido a un paramédico.

Me senté en la sala de espera, estaba muy preocupada por mi mamá, cómo deseaba que apareciera un doctor y me dijera que ella estaría bien, pero pasaron 10 horas y no había ninguna noticia, me moría de aburrimiento, durante todo el día había estado leyendo periódicos que estaban en un estante no muy lejos de mí, pero ya los había leído todos y ni siquiera había personas cercas para tratar de entablar una conversación, además el miedo de que algo le sucediera a mi mamá era mi mayor preocupación, yo estaba en excelentes condiciones, incluso ya me había quitado la gasa, pues había dejado de sangrar.

Miré mi celular y ya eran las 11:03 de la noche, para sumar algo más a mi lista de preocupaciones recibí una llamada de Preacher, no pude evitar sonreír al ver que era él, quería que habláramos, tal vez eso me hiciera sentirme más tranquila. La abrí y no pude ni siquiera hablar, pues él comenzó a hablar con una voz alarmada antes que yo:

-Khalleygh, tengo un pequeño problema, estoy solo en mi casa, acabo de ver por las cámaras y hay alguien- explicó rápidamente con la voz temblorosa.

Eso fue suficiente para alarmarme y preocuparme.

- ¿Quién es? – pregunté preocupada.

- No lo sé, lleva una capucha y no pude ver su cara, pero es una mujer, creo que es Sara.

Dulce venganza #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora