La ayuda

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Quisiera decir que después de eso desperté en mi cama, dándome cuenta de que todo había sido una simple pesadilla, pero no fue así, estábamos ahí, Larck, mi mamá y yo, en una habitación en la que las llamas se expandían, con las manos atadas y sin ninguna escapatoria.

Pensé en Preacher, Sara me había revelado que estaba en una habitación, él también moriría, como quería verlo aunque fuera una vez más.

- Bien, mantengamos la calma- dijo mi mamá, fingiendo tranquilidad.

- ¿Cómo hacemos eso? ¡Estamos a punto de morir! – exclamó Larck.

Yo no dije nada, estaba aterrada mirando como las llamas cada vez se acercaban más a nosotros, produciendo tanto calor que ya estaba sudando.

- No quiero morir- murmuré entre sollozos.

- No llores- me pidió Larck, triste.

- Sí, hija, tranquila, encontraremos una manera de salir de aquí.

- ¿Cómo? Ya no hay nada que podamos hacer.

Era aterrador admitirlo, mas teníamos que ser realistas, ambos sabían que yo tenía razón.

- Khalleygh, perdóname, sé que debí contarte esto antes- se disculpó mi mamá.

- No es tu culpa, querías protegerme, yo lo siento por no quedarme acompañándote en el hospital.

Ella sonrió con tristeza.

- No podías quedarte de brazos cruzados mientras ellos estaban sueltos- dijo, como si hubiera leído mi mente, eso era justo lo que había pensado.

Forcé una sonrisa.

- Por lo menos moriré sabiendo que cumplí mi promesa- Larck me miró.

Sabía perfectamente a qué se refería, cuando éramos pequeños él me había prometido que si algún día estaba en peligro haría lo posible para salvarme y si no lo lograba moriría conmigo.

- Nunca pensé que eso de verdad sucedería- admití.

-A decir verdad, yo tampoco.

Las llamas estaban a tan solo unos centímetros de distancia de nosotros, creía que era nuestro fin, pero como por arte de magia la puerta se abrió y una chica desconocida entró, nunca la había visto en mi vida; sin embargo había algo en ella que se me hacía familiar. Mi mamá parecía sí conocerla.

- ¿María? ¿Qué haces aquí? – preguntó desconcertada.

- Pues ayudándolos ¿Qué más? – respondió con obviedad.

Rápidamente sacó un cuchillo, con el cual soltó las ataduras de las manos de mi mamá, ella se levantó y trató de alejarse del fuego, la chica llamada María también soltó nuestras manos, me sentí aliviada al tener las manos libres.

- Vámonos- indicó ella.

Todos la siguieron, excepto yo.

- No puedo irme.

Todos me miraron confundidos, exigiendo una explicación.

-Preacher está allá, no permitiré que muera aquí y así, él me ha salvado tantas veces, es momento de que yo lo haga- dije, decidida.

Comprendía que era riesgoso; sin embargo estaba dispuesta a correr ese riesgo por él. Los tres se veían dudosos.

- Lo sé, pero no tenemos tiempo- objetó mi mamá.

- Yo la acompañaré- se ofreció Larck.

A decir verdad, no quería que Larck me acompañara, temía que algo pudiera pasarle, mas no iba a discutir con él.

Dulce venganza #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora