𝐄𝐏𝐈𝐒𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐒𝐄𝐈𝐒

228 27 2
                                    

Cuando todo cambió.

───────────

DÍA UNO.

Cuando escuché el estruendo a mi alrededor mientras caminábamos hacia la cafetería, sentí una incomodidad inusual. Tuve la sospecha de que algo no iba bien hoy. Por eso, me mantuve rezagado detrás de mis amigos, como si fuera un pequeño ignorado, ya que cuando empiezo a tener estos pensamientos y síntomas, las cosas cotidianas se vuelven molestas.

La luz, el ruido, el tacto e incluso hablar.

Mis amigos son cariñosos conmigo, al igual que yo con ellos. Hablamos mucho y solemos jugar físicamente, como esta mañana cuando entré al salón. Pero ahora me siento extraño, por eso me alejo un poco de ellos. No quiero reaccionar mal a una de sus bromas y que haya malentendidos entre nosotros. Lo último que quiero es que mis amigos se sientan incómodos o molestos conmigo.

Por eso mantengo mi distancia, analizando la probabilidad de que me dé un dolor de cabeza en este preciso momento.

Me pregunto internamente qué he sentido hasta ahora, mientras entro al comedor, donde el ruido es aún más ensordecedor.

Llevo una mano a mi oreja y hago una pequeña mueca. Por un instante, considero la posibilidad de haberme quedado en el aula en lugar de estar rodeado de tanto alboroto. Pero ya estoy aquí, no puedo simplemente irme y dejar a mis amigos.

Así que decido almorzar con ellos en la cafetería. Hoy no me preparé un almuerzo, así que tengo que conformarme con la comida del colegio.

Normalmente, no suelo comer el almuerzo gratuito del instituto debido a mi dieta, pero hoy me arriesgo a hacerlo. No me gusta mucho la comida de la cafetería, pero tampoco está mal y necesito comer algo. Aunque al ver lo que sirven hoy, supongo que no comeré tanto como quisiera, especialmente con la posibilidad de que me dé una migraña.

Con la bandeja en la mano, me siento en silencio en una mesa junto a mis amigos, que charlan animadamente entre el bullicio de la cafetería. Aunque el ruido comienza a molestarme y a dolerme, los escucho hablar a cada uno, prestando atención a sus palabras. Sin embargo, me concentro más en mi bandeja, comiendo y apartando en un lado las cosas que no voy a comer.

—Seung-Ho, ¿me regalas tu Kimchi? —me preguntó Gyeong-Su desde el otro extremo de la mesa.

Le miré mientras masticaba mi bolita de arroz y asentí.

Una sonrisa encantada se dibujó en su rostro mientras extendía sus palillos, tomando la porción de Kimchi intacta de mi bandeja.

—¿Qué? No, dámelo a mí —Dae-Su se opuso.

—Él lo pidió primero —respondí, señalando lo obvio—. Ahora es suyo.

Dae-Su chasqueó la lengua y murmuró un “demonios”.

—Gracias —Gyeong-Su me agradeció con una voz cantarina—. Pero no entiendo cómo no te puede gustar el Kimchi —dijo mientras se lo comía.

—No es que no me guste, pero me hace daño…

—Sí, sí, en la cabeza —me interrumpió—. Bueno, al menos me lo regalas a mí y no lo dejas abandonado al pobrecito.

«Sí, al menos no lo dejo abandonado».

Aunque es una verdadera lástima que el Kimchi esté prohibido en mi dieta, siendo el plato más tradicional de mi país y siempre presente en mis comidas. Realmente me gustaba y si dependiera de mí, lo comería todos los días, como solía hacer en el pasado. Pero los alimentos fermentados son uno de los principales desencadenantes de los dolores de cabeza que sufro.

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐄 [Choi Nam-Ra]Onde histórias criam vida. Descubra agora