𝐄𝐏𝐈𝐒𝐎𝐃𝐈𝐎 𝐃𝐈𝐄𝐂𝐈𝐍𝐔𝐄𝐕𝐄

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El peso de las pérdidas.

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NOCHE DOS.

Para ser sincero, durante unos largos minutos, había dejado de lado la existencia de los “zombis” y su constante amenaza en el exterior. En ese momento, pensé que ella y yo estábamos en nuestro propio mundo, una burbuja donde solo existíamos nosotros dos. No había ruidos molestos ni presencias no deseadas. Estábamos en perfecta armonía, sin ninguna interrupción en el horizonte.

Era perfecto.

Pero de repente, todo cambió. Un estallido abrupto de gruñidos y pasos rompió esa frágil burbuja que habíamos construido.

La oscuridad nos envolvió mientras nos agachábamos entre los escritorios, tratando de pasar desapercibidos por los zombis. Instintivamente, mis brazos rodearon los hombros de Nam-Ra, en un gesto protector, y mantuve mi mirada fija en las ventanas del pasillo, observando cómo un grupo de zombis corría frenéticamente.

No pude contarlos, solo alcancé a contar a tres de ellos antes de que desaparecieran de mi vista.

¿Qué estaba sucediendo allí afuera?

«Si no ven o perciben ninguna amenaza, se quedan inmóviles, pero en el momento en que detectan algún sonido o aroma, comienzan a moverse», vuelvo a pensar esa teoría y es como una posible respuesta a mi pregunta.

Fruncí el ceño, confundido. Era extraño. Desde que llegamos a este salón de clases, todo había estado relativamente “tranquilo” y de repente nos veíamos obligados a escondernos nuevamente. Aunque no nos habían visto, eso era algo positivo, pero no estaba del todo convencido.

—¿Qué está pasando? —pregunté en voz baja, como si esperara que ella tuviera una respuesta.

—No lo sé —respondió Nam-Ra.

La miré de reojo en la oscuridad, apenas pude distinguir su rostro, pero pude percibir su expresión nerviosa. No tenía todas las respuestas, no podía controlar lo que ocurría fuera de ese salón, pero deseaba poder protegerla y mantenerla a salvo en medio de la incertidumbre que nos rodeaba.

—Lo sé. Lo siento —susurré, sintiendo una mezcla de frustración y disculpa.

Entonces, me di cuenta de la forma en que prácticamente la estaba abrazando y evité reaccionar de manera brusca, soltándola subrepticiamente. ¿Se habría dado cuenta? Por la expresión en su rostro, parecía que no lo había notado o no le había prestado mucha atención.

Me aclaré la garganta, tratando de despejar mi mente. Por un momento, todo volvió a estar en silencio y recordé cada palabra que había dicho hace apenas unos minutos. Le dije que me gustaba… ¿Qué demonios era yo? ¿Un estúpido? ¿Un valiente? ¿Un casanova? Me sentía como si fuera una mezcla de todas esas cosas en este preciso momento. Ah, Dae-Su tenía razón en eso.

Vaya momento más inoportuno para decirle mis sentimientos. Qué imbécil soy.

Respiré profundamente y coloqué mis manos sobre el escritorio frente a mí, preparándome para levantarme. Sin embargo, enseguida me agaché de nuevo al ver que más zombis pasaban corriendo, gruñendo y persiguiendo a su presa… ¿Quién era su presa?

Miré por encima del escritorio, solo asomando mis ojos. Esta vez, si me preocupe más.

De repente, mientras mi mente divagaba, los rostros de Lee Na-Yeon y la maestra, junto con el resto de mis compañeros de clase, invadieron mis pensamientos. En ese preciso instante, una sensación inquietante se apoderó del ambiente. Un escalofrío recorrió mi espalda, como si el aire se hubiera vuelto denso y cargado de incertidumbre.

𝐑𝐄𝐒𝐈𝐋𝐄𝐍𝐂𝐄 [Choi Nam-Ra]Onde histórias criam vida. Descubra agora