Christopher está tratando de adherirse a su decisión a pesar de que sus pies quieren seguir el camino hacia la puerta y dejar atrás esta locura. Sigue analizando detenidamente su elección. Se pregunta si realmente las echaría de menos o simplemente es un capricho interno que debe arrancar de raíz; finalmente, su vida no cambiaría radicalmente.
Se repite que la decisión de su esposa es demasiado extraña y sospechosa, no es algo que ella haría. Sin embargo, cuando su hija pequeña se cruza en el camino de su mirada, pone en pausa a la razón y se acerca de manera automática a ella. Es demasiada ternura. Está tratándose de peinar, pero con el cepillo al revés.
—Creo que alguien necesita un poco de ayuda.
—Es que no alcanzo y Pam no quiso ayudarme —dice Laysha pasando el cepillo por su cabello enredado y se jalonea.
—Dame eso y te ayudo, amor —Christopher toma el peine.
La pequeña se encuentra desconcertada y lentamente pone en la mano de su padre el cepillo, pero decide cambiar la dirección de sus ojos hacia el suelo.
—¿Puedo? —pregunta Christopher tratando de pasar la barrera de extraño y no hacer algo fuera de lugar; para su suerte, la pequeña asiente.
Dar forma a la cabellera parecía más fácil de lejos, no logra dejar simétrico el peinado de su hija y ella ve desconcertada el intento de su padre en el espejo. Christopher trata de buscar en el baúl de sus recuerdos si alguna vez ayudó a Pam a cepillar su pelo, pero fracasa.
—Creo que ya quedó, ¡luces como una hermosa princesa!
—Gracias, papá, aunque las princesas no me gustan mucho. Mi personaje favorito es Burt, un perro detective que sale en la tele. Mira, se parece a Boss...
La niña le señala al perro bastante grande y nada agraciado que está en la alfombra. En la mente de la pequeña pasa el pensamiento de ir corriendo con la abuela para que arregle el desastre de peinado, pero trata de contener la desesperación.
—Así que ahora entras a clase, ¿hasta a qué hora sales? —Christopher se acerca al perro para poder acariciarlo, encuentra algo de resistencia pero lo logra. Debe esmerarse, Laysha parece tener un lazo especial con aquel can.
—Hasta la hora del almuerzo, de ahí voy con Pam y Boss a la alberca y desayunamos juntas —Laysha toma una diadema color azul que le encanta y le sigue contando la manera en la que se desarrollan sus mañanas.
La pequeña le cuenta un sinfín de detalles sobre las formas de enseñar de su maestra y que le gusta bastante cantar. Le dice que su maestra se lleva bien con mamá. Christopher se pierde en la tonelada de información que está recibiendo de aquella pequeña boca y se asombra de la elocuencia que tiene Laysha a pesar de su corta edad.
—Pero hoy Pam no quiere estar conmigo, no quiso ayudarme a peinarme.
—No creo que eso tenga que ver contigo, nena, vas a ver que se le va a pasar.
—Claire dice que tengo que respetar cuando ella no quiera estar conmigo, porque ella necesita su espacio.
—¿Y Claire es tu amiga?
—Sí —dice Laysha dirigiéndose a su clóset a buscar sus zapatos; tiene cientos, ordenados por tipo y color.
—Muy sabias palabras para una niña tan pequeña.
Laysha se ríe.
—Ella es igual de vieja que tú, papá.
—¿Y de dónde la conoces?
—Viene a platicar conmigo.
—Al parecer ya estás lista —dice Christopher tratando de disimular lo incómodo que le resultó saber que su hija esté yendo con una psicóloga. Nunca ha confiado en esa profesión, pero decidir sobre eso sabe que no le compete.
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Las mujeres del héroe
General FictionLouise está segura de dos cosas: ama a su esposo de manera desmedida e infinita, pero debe dejarlo. El sacrifico que implica ser la esposa y madre de las hijas del general Christopher Williams está costándole la cordura. Su decisión será una bomba...