La luz del sol comienza a asomarse por la ventana, Christopher no deja de observar a Louise, quien ha dormido profundamente por las últimas tres horas. No lleva puesta absolutamente ninguna prenda, por lo que la iluminación natural de la habitación hace un contraste perfecto con el color de su piel.
Logra ver en su abdomen las marcas naturales, inherentes a la maternidad, las cuales no pueden generarle otra cosa más que ternura, ya que le resultan como un par de tatuajes que representan su vínculo. Le encanta cómo su cabello choca contra la almohada y hace un gran bulto. No lleva ningún tinte, lo cual resulta extraño, ya que desde que la conoce le ha gustado tenerlo teñido. Puede notar algunas canas, pero pasan casi imperceptibles.
Le encanta verla respirar. Le encanta saber que es suya. Le queda claro que no es su enemiga. Le tranquiliza saber que solo fue un mal momento. Comienza a cuestionarse si ha sido un buen hombre los últimos años, si en realidad su familia estará mejor sin él, si Louise podría encontrar a un hombre que la hiciera feliz, si sus hijas vivirían mejor si él se convirtiera en parte de su pasado o si podría renunciar a quien es y quedarse con ellas.
La cabeza le quiere explotar, pero hace que los pensamientos hagan una pausa. Se dice a sí mismo que las cosas están bien como están, que el equilibrio perfecto todavía existe. Louise despierta y no lo puede creer, ha dormido profundamente, algo que no había logrado en meses. La primera cosa que se encuentra es un par de ojos azules que hasta el día de hoy son los más bellos que ha visto. Su esposo tiene esa melena que está demasiada alborotada al amanecer.
Ambos se miran a los ojos. La paz y armonía se evaporan segundos después. A la mente de Louise vienen todas esas razones que la llevaron a tomar la decisión de dejarlo en el pasado, las cuales destrozan a la única que le dice que se quede con él: el amor ciego que le tiene. La realidad cae por su propio peso y caen en la cuenta de lo que está pasando realmente.
—Duele saber que el primer día de nuestra vida de desconocidos comienza así, Lou. Podemos solucionarlo —dice Christopher acercándose para besarla, pero Louise se quita.
—Sé que en tu mente piensas que cambiaré de opinión. Pero esta vez no será así, Christopher.
Escuchar nuevamente su nombre sin ningún diminutivo o muestra de afecto le retumba en lo más profundo a Christopher.
—¿Qué has pensado sobre lo que te dije ayer? —pregunta Louise sentándose sobre la cama tomando una cobija para cubrir todo su cuerpo, de pronto el pudor es demasiado que no soporta estar desnuda junto a quien ha sido su esposo por diecisiete años.
—Sabes que no está completamente en mis manos decidir, Louise, debo hablarlo con el equipo. Además, no estoy de acuerdo con tu decisión. Entiendo que en nuestra relación debemos solucionar algunas cosas, cosas que no son tan complicadas y en las que estás exagerando si me preguntas, pero nuestras hijas son otro tema, no puedes llevártelas —le dice Christopher y logra que Louise lo vea a los ojos fijamente; nota decepción en ellos, como nunca antes.
A pesar de que Louise comienza a sentir un impulso de abrazarlo y repetir lo que pasó la noche anterior, recuerda el rostro de su padre. Se dijo a sí misma que cuando quisiera retractarse de su decisión, utilizaría este recurso para tomar valor. Finalmente, sabía que esto pasaría, sabía que su esposo no escucharía en lo absoluto y no tomaría en serio su decisión de dejarlo.
—Bien, toma el tiempo que necesites para asimilarlo. Te pido que duermas en la habitación de invitados a partir de ahora —dice Louise mientras le da la espalda y se dirige al baño asegurándose de poner el seguro de la puerta.
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Las mujeres del héroe
Tiểu Thuyết ChungLouise está segura de dos cosas: ama a su esposo de manera desmedida e infinita, pero debe dejarlo. El sacrifico que implica ser la esposa y madre de las hijas del general Christopher Williams está costándole la cordura. Su decisión será una bomba...