Piensa, piensa

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El último par de noches, Christopher ha dormido en la recamara de invitados; ya que desde su último encuentro con Louise, no se han dirigido la palabra. No ha podido dormir, sigue cuestionando todos los posibles escenarios y consecuencias que traerá su decisión, sabe que nunca pensó que esto sería una posibilidad, de alguna manera siempre se imaginó con Louise. Él venía a solucionar distintos problemas, no venía venir esta situación.

No se imagina cómo tomarán el hecho de que tome un descanso por cuestiones de paternidad, pero de alguna manera sabe que es lo correcto y necesario para que todo pueda continuar el equilibrio perfecto. Además, tiene la esperanza de que Louise piense las cosas sobre el futuro de su familia, así como de su relación, de poder salvar todo y que vuelvan a ser las cosas como antes. De encontrar nuevamente el equilibrio perfecto.

Tras hacerse consciente de que lleva horas divagando en su mente, se levanta de la cama, se arma de valor y se dirige a su cuarto marital. Toma una respiración, toca la puerta, pero no espera una respuesta para abrir la puerta.

—¿Puedo entrar?

—Creo que ya estás adentro Christopher —responde Louise, sin dejar de meter cosas a su maleta y no voltea a verlo.

—He notado que me has evitado estos días, y está bien, pero ellas te extrañan y preguntan por ti —le reclama Christopher.

—¿En serio reclamas mi ausencia parental? —se mofa Louise—En este momento debo ver por mí. Sé bien que eres mi debilidad y no quiero dar marcha atrás a lo que he logrado decidir.

Christopher hace una pausa para identificar las palabras adecuadas y no crear un abismo más grande. Sabe que no habrá vuelta atrás. Una vez que las pronuncie, tendrá dos opciones: cumplir con su palabra o decepcionar nuevamente a su esposa.

—Me quedaré con ellas durante el momento en el que te tengas que alejar, pero quiero dejar claro que no estoy diciendo que estoy de acuerdo con tu decisión de alejarlas para siempre. Cuando regreses hablaremos sobre el tema —Christopher se acerca a ella y cierra la maleta para que Louise pueda prestarle toda su atención.

Louise sonríe de manera tenue, lo voltea a ver por primera vez desde que entró a la habitación.

—Me da gusto que hayas decidido estar con ellas, ¿pero ya lo has hablado con Eric?

—No, pero estoy por hacerlo.

—No les digas nada a las niñas hasta que lo hayas hablado con él, es muy bueno para persuadirte de hacer o no hacer cosas —dice Louise mientras la sonrisa abandona su rostro.

—Louise, sé que estás lastimada, pero él está con nosotros, nunca querría hacernos daño; además, soy técnicamente el jefe.

—Debes tener cuidado de las personas que te rodean, Christopher, estás mucho tiempo lejos.

—Hablaré con él mañana, todo saldrá bien, Lou. ¿Pero estás segura de que debes irte? Dios mío, ya estás haciendo maletas, es apresurado, quizá puedas tomar terapia aquí o podamos hablar las cosas, quizás es todo lo que necesitamos.

Pasa por la mente de Louise el plan verdadero detrás de esta movida, necesita continuar su actuación, no puede hacerlo dudar.

—Lo necesito, Christopher, uno puede hacer cosas muy estúpidas cuando está mal, solo comprende eso por esta vez. No quiero dar explicaciones. La muerte de mi padre me afectó demasiado. En cuanto hables con Eric, por favor dime qué te dice.

—Lo haré, amor. Nuevamente te digo, siento mucho tu pérdida —Christopher espera una respuesta, pero su mujer vuelve a enfocar su atención en aquella maleta.

Los dos se quedan en un silencio incómodo, saben que cualquier palabra de más puede empeorar las cosas. Se vuelven elementos estáticos, incómodos, asimétricos. 

Las mujeres del héroeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora