Mision

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Cobarde era la palabra la cual podía definir a la perfección lo que estaba haciendo, su cuerpo se encontraba relajado temporalmente por el agua fría, tomando un baño en la noche con deseo de dormir y no se molestado por alguien más, pero su cuerpo actúaba contrario con sus pensamientos y deseos, llenándose de malestares, hinchazón en su vientre, fuertes espasmos en su útero y lo que más le perjudica a era la ovulacion.

Ese maldito alfa seguía en su finca, rematando con que golpeaba la puerta del baño insistiendo en tener alguna respuesta. El intenso tocaba prucupado por el omega, el baño "corto" que tomaba estaba tardando más y apostaría que el agua estaría demasiado fría y tendría el riesgo de enfermarse.
Los pensamientos impulsivos de patear la puerta y entrar a la fuerza estaban ganando, su lobo estaba alocado por el aroma del celo y el se estaba frustrando de que Tomioka no diera ninguna señal de que por lo menos estuviera vivo.

Lo único que los separaba, una puerta japonesa débil y fácil de abrir con solo deslizar lo. Pero tenía respeto, respeto de cualquier omega o beta que mantenía su privacidad.

Sanemi podría estar luchando con sus impulsos pero Giyuu se dejó vencer por ellos, comenzando a aliviar el calor en su cuerpo.
Aun metido en la bañera, acariciba su hombría con la facilidad del agua fría, gimiendo suave para evitar algun problemas con el pilar del viento al otro lado de la puerta.

—¡Tomioka Giyuu! —abrió enrabiado el alfa tapando su nariz de inmediato que entro, siendo golpeado por consentracion de feromonas.

—Uhm~ mm —cerraba sus temblorosos labios apretando sus piernas, apoyando su cabeza en sus rodillas, masturbándome más rápido, apretando la punta rojisa sacando las gotas de pre-semen qué se perdían en el agua —Alfa~ —gimió tocando su entrada dilatada, el aroma del alfa lo comenzaba a envolver de lujuria, empeorando su razonamiento.

El pilar del viento no perdió tiempo.
Saco al omega de la tina viendo lo tembloroso, pero su olor dulce y su caliente temperatura decía muchas cosas.
Los recuerdos de haberlo lastimado en los inicios de su celo lo golpearon fuerte, mirando apenado al morocho, avergonzados de el mismo de haber sedido a control a su inmaduro lobo.

Esta vez era diferente, el omega daba más señales de estar en celo, los típicos síntomas, cuerpo caliente, exutados, aromas dulces y llamados de sus alfas. Y el omega olfateaba su pecho descubierto siguiendo con su labor de satisfacerse.

—Omega, no podemos hacer esto —Sanemi sudaba intentado controlarse bajo el fuerte aroma —tu y yo... —mordió su labio viendo los orbes azules perdidos. No era buen momento de dar esa información.

—Yo quiero, yo quiero —dejo su pene abalanzadose hacia su alfa, tirándolo al suelo del baño —me duele, yo si quiero alfa —lloriqueo al resivir otro espasmo en su espalda baja.

—Tomioka, somos destinados —susurro sujetando su mentón acercandolo a su rostro —No podemos hacerlo —el deseo, la lujuris estaba presente en el, pero su voluntad era más fuerte que esa simple atracción de feromonas...

La noticia no fue recibida en el mejor momento, en el mejor lugar. El omega no estaba cuerdo, su instinto dominaba su cuerpo su mente, comportándose de la forma más primitiva restregando su trasero en la pelvis del alfa tan emocionado que si tuviera una colá la movería de lado a lado.

—Mi alfa, mi alfa —se restregó más en el expulsando más feromonas dulces y atrayentes mareando al albino.

La respiración del alfa estaba eratica, aspirando las feromonas más rápido, llenando su cabeza de ese deseo, como si fuera una droga que anesteciaba su sentido común llegando hasta lo más profundo, su instinto primitivo.
Quito al omega de encima poniéndose de pie, tapando su nariz dirigiéndose hacia la salida del baño.

Viento FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora