Volvieron

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El retumba de los pasos en la madera estremecia sus músculos moviendolos involuntariamente, retumbaban los pasos fuerte y acelerados resonando en toda la madera de la mansión. Los gritos lejano e inaudibles desesperaban su interior, hirviendo su sangre de ira mezclado con un sentimiento de inutilidad.

Ahogado en el pozo de la inconsciencia, rodeado de las voces murmullantes en las paredes del pozo resbaladizo, sus ojos mirando la poca luz que traspazaba el agua bajando cada vez más viendo las burbujas de aire subir dejándolo sin aliento. Su pecho estaba lleno de desesperación miedoso a la muerte, su instinto rogaba por no morir esforzándose por tomar el control del cuerpo y escapar pero su cuerpo ya era inútil, intentar salvarse sería un desperdicio de energía ¿por que no morir?

Había caído ante una medicina, había caído antes y seguirá cayendo siempre, siendo inútil y débil. Aquellas personas que fueron importantes en su vida se fueron lejos, metiendo sus narices en peligro ¿No debía protegerlos?
Los niños habían despejado su mente de la inferioridad, dejando su corazón calmado al ver el potencial del espadachin, tenía asegurado el puesto de pilar.

Abrumandose aun más, su estómago se retorcio ansioso y desesperado provocando un temblor en sus piernas al sentir la sangre derramar se por su vientre. El dolor se alargó más de lo esperado, el encargado de decapitar su cuello temblaba, sin valor de alzar la espada en sus manos.

Miedo, tristeza y soledad.

Miedo al sentir la sangre huyendo de su cuerpo sin desenfreno, rodeando su cuerpo en un desastroso charco limpiando sus pecados, limpiando su honor, su vergüenza.

Tristeza al oler aquella fragancia qué calmo sus temores en un choque desesperado, sus orbes azules tomaron audacia de ver a sus verdugo final, el hombre temblando, sin ser capaz de alzar su espada verde, llorando sin pena bajo aquellos ojos juzgadores.

Soledad, esos labios temblorosos murmuraban sus melancólicos deseos, rezando en desespero a los dioses para que aquella imagen no fuera real, aunque sus murmurós eran desgarradores, implorando qué aquel pedazo de alma no se separara de su lado, sus lagrima miedosos a la soledad.

Moriría, llegaría a morir tan pronto como tu cortes tu vientre”

Ver flaquear al que estaba atado a él, al que fue una gran imagen de admiración para sus nublados ojos azules, era una tortura, un castigo.

—¡Tomioka-sama!

Su cuerpo en el fondo del agua viendo sus últimas burbujas subir directo hacia la luz, las rocas se removieron temblando por la vibracion de las voces escandalosas, descolocandose filtrando el agua por esas fisuras. Desploma dos todo sobre el quitando el dominio del agua de sus pulmones, siendo chocados por el viento colandose en sus pulmones para desterrarlo de su cuerpo.

Lentamente sus pestañas negras se abrieron, rodeado de su propio aroma y uno desconocido otro alfa en su dominio que no lo recofortaba, su lobo no pedía ese aroma, no pedía ese llamado. El flequillo ocultaba su rostro, las lágrimas que se desliza van de lado mojando las sábanas bajo suyo. Cerrando su garganta aquellos mullidos lamnetables buscando atención de su destino.

No podía seguir en ese lugar, su cuerpo aun adormecido en una incómoda posición, con su rostro enterrado en las mantas blancas. Su mente agotada se rindió ante los instintentes berrinche de su lobo, tomandonposecion de su cuerpo, siendo poseído por la iracionalidad en busca de la calma de su corazón y satisfacción en todo su ser.

Tomando fuerzas para levantarse, su inmaduro lobo poco experimentado en ser dominante ante la racionalidad. Como un cachorro reconociendo su cuerpo ágil y fuerte, capaz de poder hacer cualquier cosa que le plazca, la razón había tomado un descanso, ahora su instinto estaba al mando.

Viento FuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora