CAPÍTULO 9

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Mi papá se había amigado con Segundo, yo conocí a Deborah, la nueva integrante de los Tévez y mi mamá... bueno, hacía lo que podía.

Volver ahí, fue, literalmente, reencontrarme con mi yo de hace tres meses ¿cómo una persona puede cambiar tanto en ese tiempo? Acepté mi pelo rizado y empecé a quererlo más, me vestía de forma diferente...

—Come, Juli, no te vi comer casi nada. —Dice Chila.

Bueno, algunas cosas cambian para peor y se vuelven un grave problema.

Miro a mi mamá que estaba todo el tiempo alerta de lo que le pudiera pasar.

—Ma. —La llamé.

—¿Qué querés? —Me mira de reojo.

—Tranquila, ellos son los que me salvaron las veces que vine acá ¿podes quedarte tranquila?

Ella me mira, dudándolo. Finalmente suspira y pone los ojos en blanco. Se para y empieza a juntar la mesa.

—Tranquila, yo lo hago. —Chila agarra los platos.

—Te ayudo, Chila, mira si vas a hacer esto vos estando así, déjame ayudarte. —Sonrió.

Me sentí feliz de que mi mamá por lo menos haga un esfuerzo por ellos. Mire sobre mi hombro y veo a Carlos sentado en el sillón. Me levanto de golpe, cosa que no tuve que haber hecho. Mi vista se nubla y vuelvo a sentarme inmediatamente. Vuelvo a levantarme y me pongo al lado de Carlos.

—¿Qué miras? —Había un partido de fútbol en la tele.

—Boca contra River. —Responde.

—Justo. —Reí y él también. Sentía un vacío en el lugar, directamente, sentía un vacío en mí, algo me faltaba y yo sabía qué era, estuve sintiéndome así todo el tiempo que estaba sin él, pero es lo que se merecía —. Che, Carlos ...

Él me mira e inclina la cabeza cuando se da cuenta sobre qué voy a hablar.

—Tengo que saber al menos si está bien, acordate que la última vez estaba con gente que no me cayó para nada y si ese es su círculo... no quiero imaginarme como está ahora, Carlos, por favor, decime algo. —Él niega con la cabeza —. Dale, boludo ¿por qué no?

—Y porque no tengo ni idea, juli, me la paso en la concentración, no lo veo desde hace un montón yo tampoco. —Se encoge de hombros.

—Tengo una idea. —Sonreí. Él tira la cabeza para atrás.

—Por favor que no sea una boludez.

—¿Vamos a verlo? Juntos, por lo menos desde lejos, para saber si se encuentra bien y nos vamos, aparte, no puedo ir sola, no quiero, necesito que estés vos al lado mío. —Le di un codazo suave en el brazo.

Él suspira y se acerca a Segundo para preguntarle. Le confiesa donde cree que podría estar él y su papá asiente, pero no nos deja ir sin antes preguntarle a mis padres.

—¿Podemos llevarla a ver un partido? Los tres. —Quería correr y abrazarlos a ambos cuando ocultaron la verdadera razón por la que iríamos a Liniers. Mis papás aceptaron y nos fuimos rápidamente.

Mis manos habían comenzado a sudar y movía mi pie sin parar de los nervios que sentía.

—¿Estás seguro de que debe estar en club? —Miro a mi izquierda para preguntarle a Carlos.

—Si, los partidos de su categoría son casi todos los sábados a esta hora de la tarde. —Asiente.

Sonreí y le agradecí a dios por tener un amigo con esta sabiduría. Cuando bajo del auto, levanto la cabeza para contemplar la entrada del club. La misma entrada que había cruzado bastantes de las veces que me escapaba para ver a Danilo. No había cambiado nada, todo seguía igual.

Miro a Carlos que me acompañó para pasar esa puerta. Desde la entrada se escuchaba el bullicio de la gente en inaudible por lo lejos. Entramos los tres juntos y nos sentamos en las gradas.

Busco a Danilo por toda la cancha y cuando lo encuentro hace un gol. La gente a mi alrededor grita, los chicos también lo hicieron, yo solo sonreí al ver como Danilo abrazaba a un par de sus compañeros mientras gritaba feliz. Habíamos llegado tarde así que este era el final del partido, iban ganando y por lo que me explicaba Carlos, el equipo de él estaba jugando muy bien.

El partido había terminado y los chicos me acompañaron al balcón que llevaba a los vestíbulos. Nos quedamos mirando la cancha desde el balcón. Recordé esa vez que el padre de uno de los jugadores lo había insultado y también recordé como yo le di su merecido. A día de hoy, dudo que Danilo se haya enterado de eso.

—¿Carlo'? ¿Qué hace' vo' acá? —Mi piel se eriza de pies a cabeza y mis manos empiezan a sudar, siento como el pecho se me hunde cada vez más adentro de mí. Agarro uno de mis largos mechones de pelo y empiezo a jugar con el mechón para distraerme. Le di las gracias a Carlos y Segundo por haberse esmerado en sacar una conversación para prepararme al verlo.

—Me enteré de que ibas a jugar contra esos boluditos y quería ver el baile que les pegabas. —Ambos ríen y no puedo evitar esbozar una sonrisa al escuchar su risa de nuevo.

Ahí fue cuando me di cuenta, que, no importa cuanto tiempo haya pasado, todo lo que hablé con mi psicóloga, todo lo que advertían los demás e incluso lo que había pasado entre nosotros. Mi corazón seguía perteneciéndole como la primera vez que lo vi.

Y sé que eso no iba a cambiar si no se lo decía o se lo hacía entender. Tanto Carlos como Mariela me decían el cuanto me extrañaba él, pero no sé si ahora llegue a sentir lo mismo. Si tan solo me lo hubieran dicho en el momento quizás esto sería diferente.

Mi corazón se aceleraba cada vez que lo escuchaba hablar. Aunque podía notar que su tono y forma de hablar habían empeorado. Por lo menos, no fui la única que sufrió consecuencias con lo ocurrido.

Aunque eso me hacía pensar en que tal vez no me hizo caso a lo que le había dicho, él siguió juntándose con ese grupo de delincuentes que le advertí que le harían mal.

Recordé la última discusión que tuvimos y sentí como todo el trabajo con la psicología se venía abajo.

Me la pasaba sobrepensando sobre lo que él sentía por mí y yo por él, y cuando me di cuenta, ya era muy tarde.

Este es el único momento que tengo para descifrar si puedo recuperar lo que alguna vez fuimos.

—Bueno, te dejamos que vamos a buscar algo al auto, vamos Carlos. —Ellos se apresuran a alejarse.

Dejándome cara a cara con Danilo. Danilo Sánchez.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora