Salí del colegio y caminé hasta mi casa, hoy no iba a poder ir al barrio, por eso mi cara de frustración. Llegué a casa y almorcé con mis papás.
—¿Por qué tenés esa cara, nena? ¿Tan fea es tu vida para que tengas esa cara? Agradece que tenes un plato de comida adelante tuyo y ni siquiera lo tocaste. —Se queja mi mamá.
—Patri, para un poco. —La calma mi papá.
—Ah... ¿ahora defendes a esta pendeja? —Suelta una risa nasal.
—¿Pero qué te hice mamá? Solamente me siento mal. —Hablé.
—¡Vos cállate! No te quiero escuchar nena. Andate a tu pieza. —Junta sus manos sin mirarme a la cara.
—Pero-
—¡Andate! —Gritó interrumpiéndome.
Bufé y me fui arrastrando los pies, golpeando las paredes, a propósito. Llegué a mi habitación y me acosté en mi cama. Cerré los ojos, aguantando las lágrimas que estaban por salir. Doy un saltito cuando el teléfono empezó a sonar me levanto automáticamente y antes de salir de mi pieza escucho que mi mamá atiende.
—¿Sí? —Pregunta, ella hace un sonido de aprobación —. ¿Julieta? —Fruncí las cejas al escuchar mi nombre —. ¿Y vos quien sos? —Ella usa ese tono de voz que la hace parecer la típica madrastra malvada —. Bueno, no, no está en casa.
¿¡Qué!?
Abrí la puerta de un estruendo y me acerqué a ella.
—Dame el teléfono. —Estiro la mano.
—¿Quién te crees que sos? —Hace montoncito con a mano.
—Dame. El. Teléfono. Mamá. —Le ordena. Ella pone los ojos en blanco y me lo lanza. En un intento de agarrarlo casi se me cae.
¿Y ahora qué le pasa a esta?
—¿Hola? Soy julieta. —Aclaré a quien sea que me estaba buscando.
—Ju. —Dice un chico del otro lado del teléfono.
—¿Uru? —Hablé, haciendo notar mi emoción —. ¿Cómo conseguiste mi número? Va... el de mi casa.
—Se lo pedí a la Chila. —Responde —. Estoy en lo de carlo'.
Con razón mamá respondió con ese tono descarado. Se habrá pensado que era cualquier villero.
—¿Y qué pasó? —Pregunté, me senté arriba del mueble donde estaba el teléfono y empecé a jugar con el cable.
—Nada, te iba a deci' que hoy tengo partido, po' si quere' veni'.
—¡Si! —Dije, pero después recapacité que capaz mi mamá no me dejaría, después de la rara discusión en el almuerzo no creo que me deje salir a ninguna parte. Espero que pronto se le pase así puedo ir al partido de Danilo, es lo único que me libraría de lo que pasa acá adentro. Escucho su risa tan ilusionada desde su lugar.
—¿Si qué, nena? —Mi mamá susurra desde la cocina.
—Eh... Dani, en la realidad, no lo sé. —Agarré el cuerpo del teléfono y me escondí en el baño que estaba al lado. Pude sentir como su alrededor se silenció por completo y el sentimiento de culpa me subía por la tráquea.
—¿Cómo que no sabe'? —Repite. Su voz había cambiado rotundamente a una desilusionada.
—Es... complicado. —Dije, él suspira.
—Bueno, ta' bien, tranquila, aparte, si taba' vo' no me iba a pode' concentra'. —Terminó con una risa. No pude evitar sonreí.
—Perdón, uru, voy a hacer lo posible para ir, te lo juro, si no, puedo verte a la salida, cuando termines o me llamas cuando llegues a tu casa. —Ofrecí. Me sentía mal por no poder ir a verlo por un simple capricho de mi mamá.
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𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳
Fiksi Penggemar𝐒𝐮 𝐨𝐛𝐬𝐭𝐚́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐪𝐮𝐢𝐥𝐚 𝐞𝐧 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 𝐚𝐩𝐚𝐜𝐡𝐞 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐲 𝐚𝐩𝐞𝐥𝐥𝐢𝐝𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳. ¿𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐞𝐭𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐮𝐧 𝐯𝐢𝐥𝐥𝐞𝐫𝐨? 𝐍𝐨 𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐮́𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨...