CAPÍTULO 24

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Había pasado dos meses desde que Danilo había despertado. Obviamente, seguí asistiendo todos los días para ir a verlo. Le había dado su regalo de navidad y de cumpleaños entre esas veces que iba a visitarlo. Uno de esos regalos era que, cuando se recupere, debutaría en la bombonera, junto a Carlos.

En año nuevo mis papás me dejaron quedarme junto a él y pasamos todo el día juntos. Nos reíamos por todo, fue divertido, realmente fue hermoso volver a estar con él.

—Okey, a ver, si adivino ¿qué me das? —Se da la vuelta mirándome con una sonrisa.

—Una cachetada. —Planté una mueca de inocencia y su sonrisa se esfumó.

—Mentirosa, seguro te lanzas a darme un beso. —Puso los ojos en blanco y apoyo su cabeza en la almohada. Abrí los ojos de par en par y el rubor de mis mejillas se intensificó por lo que dijo.

—Cerra el culo vos. —Entrecerré los ojos, enfrentándolo.

—¡Estás roja! Se puso roja. —Empezó a repetirlo para burlarme mientras se reía y me desordenaba el pelo.

—¡Dale, boludo! ¡Que tengo rulos y se me levanta el frizz! —Agarré su mano y traté de alejarla.

—¡Ay ella! ¡El frizz! ¡No puede ser! —Siguió burlándose —. ¡Dale boludo! —Me imitó con una voz aguda que detesto. Puse una cara de pocos amigos y su risa se ensanchó.

—Veo que te gusta molestar... —Suspiré. Él soltó una risa nasal.

—¿Cómo te diste cuenta? —Dijo irónico.

Reí, cínica y mordí mi labio inferior mientras escondía una risa.

—Eu ¿te diste cuenta de que tu lenguaje no es el mismo? —Comenta.

—¿Vos te das cuenta de que a veces tiras unos comentarios raros de la nada? —Lo miré.

—¿Te molesta? —Levanta las cejas.

—Si. —Mentí. Él sonrió de una manera que me hizo derretir en mi propio lugar. Traté de controlar el rubor de mis mejillas, pero fue imposible.

—Mentirosa, si te encanta. —Chasqueó la lengua y se acomodó en su lugar.

—Igual, tipo, si estoy diciendo muchas groserías, no me gusta eso. —Negué.

—Te transmití mi don. —Se encoge de hombros.

—Entonces yo te transmití el mío, no te escuché insultar desde hace una banda. —Aclaré.

Él se queda mirando a un punto fijo sin decir ni una palabra. Su mueca no me decía completamente nada. Es como si su mente se quedara en blanco.

—¿Dani? —Frunzo las cejas y paso una mano por su cara. Danilo sacude la cabeza y cierra los ojos —. ¿Estás bien? —Volví a preguntar.

—Si, sí. —Asintió.

—¿Seguro? No parecías bien... —Pasé mi mano por su pelo para despejar su frente.

—Si, solo como que me quedé en un re viaje. —Terminó de hablar. Rió de una manera que yo ya conocía. Esa risa es falsa para no preocuparme.

Pasamos el resto de la hora charlando de otras boludeces, me había despedido de él y había vuelto a mi casa, como siempre.

Sentía que había algo raro en él.

Pero ya estaba cansada de ver esas cosas. Quiero vivir tranquila. De nuevo.

Pasaron tres meses para que los doctores logren darle de alta. Con mi familia teníamos absolutamente todo preparado para aquel día. La emoción de ver su cara me comía la cabeza.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora