Hoy me dio de alta. Mi voz había recuperado un poco su tono, pero aun así no podía hablar de buena manera, todavía me costaba.
—Bueno, solo tienen que ir a firmar los papeles y ya está. —El médico hablaba con mis papás mientras yo me comía las uñas.
Habían pasado dos meses. Dos meses visitándolo todos los días. Les rogaba a mis papás que me dejen llevarle flores o algo, para que sienta mi presencia.
Cada vez que entraba, veía todos los regalos que yo misma dejaba ahí, alguno que otro regalo de Carlos, que venía cuando podía.
—Ma... —La llamé desde mi lugar. Ella se da la vuelta y me hace un gesto con la cabeza —. ¿Puedo ir?
Ella sabía a lo que me refería. A partir de hoy dejaría de verlo diariamente, o quien sabe...
Mi mamá asiente con una sonrisa melancólica en sus labios. Yo me levanto de mi lugar y mi hermano me tironea del brazo. Lo miro con las cejas fruncidas y le hago un gesto con la cabeza.
—¿Me dejas acompañarte? —Dice mientras su mano se entrelaza con la mía.
Suspiro, pero me parecía una buena idea. Era hora de que se conozcan.
Asentí y empezamos a caminar hasta la sala de terapia intensiva. Todavía no salía de ahí, estuvo en un coma todo este tiempo. Mi cuerpo había estallado tantas veces y ninguna se asemejaba a aquel día.
Era diciembre, faltaba muy poco para mi cumpleaños. Lo que tenía pensado desear ese día, era que él sobreviviera, que sea fuerte.
Pero... tomando en cuenta lo poco que se alimentaba, los lugares donde recibió los impactos... Sacudí la cabeza para esfumar ese pensamiento de mi mente.
—¿No es acá? —Él señala una de las ventanas. Levanto la cabeza y veo la cortina abierta. Abro los ojos al verlo ahí, como si no lo hubiera visto hace días, pero lo vi ayer a esta misma hora.
—Él es Danilo. —Le aclaro a mi hermano con una sonrisa en mis labios.
—¿Él? Qué lástima que esté muerto, era el mejor jugador. —Habló.
—No está muerto. —Le doy un manotazo en el hombro.
—Ay, bueno, yo qué sabia. —Se encoge de hombros.
—¿Para qué venís entonces? —Lo miré indignada.
—No, boluda, lo quería conocer, nada más. —Puso los ojos en blanco.
—Algún día vas a entender lo que viví yo... pero deseo que nunca te pase... —Puse mis manos en la ventana mientras el médico al lado suyo anotaba algo, muevo la mano para que se percate de mí, él levanta la vista y al mirarme se acerca a la puerta para dejarme pasar.
—Buenos días, escuché que hoy le daban de alta. —El médico me dejó pasar.
—Así es... —Asentí, sonriendo —. Traje a... mi hermano... —Le hice un gesto con la cabeza para que lo mire a Pablito.
—Diez minutos para él. —El médico da un paso hacia afuera. Pablo se adelanta, pero lo empujo hacia atrás.
—Pie derecho. —Ordené. Si, estos dos meses procuré entrar con el pie derecho. Lo que dio bastante suerte, mi castaño de ojitos brillosos estaba mejorando, supuestamente...
Pablo pone los ojos en blanco y me hace caso.
Miro mis pies y elevo el derecho para pasar.
Lo miro desde mi lugar, Pablo ya estaba sentado a un lado suyo. Me acerqué lentamente a su cuerpo ¿por qué reacciono así ante su cuerpo? No importa qué día sea, hace cuanto no lo haya visto, mi estómago sigue dando ese vuelco de locura y alegría como la primera, segunda... tercera... bueno, como todas las veces que lo vi.

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𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳
Fiksyen Peminat𝐒𝐮 𝐨𝐛𝐬𝐭𝐚́𝐜𝐮𝐥𝐨 𝐩𝐚𝐫𝐚 𝐞𝐬𝐭𝐚𝐫 𝐭𝐫𝐚𝐧𝐪𝐮𝐢𝐥𝐚 𝐞𝐧 𝐟𝐮𝐞𝐫𝐭𝐞 𝐚𝐩𝐚𝐜𝐡𝐞 𝐭𝐢𝐞𝐧𝐞 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞 𝐲 𝐚𝐩𝐞𝐥𝐥𝐢𝐝𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳. ¿𝐔𝐧𝐚 𝐜𝐡𝐞𝐭𝐚 𝐜𝐨𝐧 𝐮𝐧 𝐯𝐢𝐥𝐥𝐞𝐫𝐨? 𝐍𝐨 𝐞𝐬 𝐜𝐨𝐦𝐮́𝐧, 𝐩𝐞𝐫𝐨...