CAPÍTULO 23

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Me desperté con diecisiete años. No tenía ninguna sonrisa en mi cara.

Lo único que deseaba, lo que me haría feliz, no está.

—¡Felices diecisiete Juli! —Mi hermano saltó encima de mí y empezó a saltar en mi cama.

—Feliz cumpleaños, hija. —Mis papás aparecieron atrás de él en la puerta, con una torta en sus manos. Les regalé una sonrisa muy forzada, demasiado.

—Gracias. —Me puse de pie y les di un beso a los tres.

No logré convence a mis padres, pero noté que decidieron no decir nada. El teléfono empezó a sonar y mi madre fue a atenderlo y yo fui al comedor donde estaba toda la decoración de mi cumpleaños, sonreí mientras me sentaba al lado de la pila de regalos.

Ninguna valía lo suficiente.

Y no lo diga porque sea caprichosa. Claro que no.

Es porque ninguno de ellos puede darme la felicidad que me daría saber que Danilo está despierto.

—Julieta no está en casa en este momento, pero podrías llamar más tarde ¿sí? —Ella me mira de reojo. Yo frunzo mis cejas y levanto el mentón con un gesto.

Mi papá me sirve el desayuno y se sienta a mi lado, el teléfono no paraba de sonar, mi mamá atendía, daba las gracias y por alguna razón comentaba que yo había salido o daba diferentes contextos para que yo no tenga que atender, de igual manera se lo agradezco porque no estaba de humor para tantos llamados.

—¿Qué querés que hagamos hoy? —Mi mamá se acerca a la mesa y se sienta enfrente mío.

—Ir con Danilo. —Dije, llenando mi boca de cereales. Ella y mi papá suspiran mientras se miran el uno al otro.

—Si es lo que querés, está bien. —Miré mi comida con el estómago lleno. Lo único que esperaba hoy era ir con él, lo extrañaba mucho, aunque lo haya visto ayer.

Fui a bañarme lo más rápido que pude, me vestí con uno de los vestidos de flores que sabía que a Danilo le gustaban.

Me subí al auto y les pedía a mis papás que apuraran el paso para llegar más rápido.

Apenas llegué al hospital corrí hacia la nueva sala donde había trasladado a Danilo. Abrí la puerta y ahí lo encontré.

El vacío de mi corazón se ocupó del sentimiento que me daba verlo de nuevo. Cada día, ver como mejora, me daban ganas de llorar. Mis sentimientos estaban bloqueados, sentía que no era la misma después de ese accidente. Algo en mí había cambiado, pero creo que es algo interior que yo misma tengo que arreglar.

Agarré una silla y me senté al lado suyo. Sonreí al ver su cara completamente curada y sin todos esos aparatos.

—Hoy es mi cumpleaños... —Dije en voz alta, aún seguía con la creencia de que no sería justo hablar para mi sola, cuando dicen que las personas pueden escucharte incluso estando en coma —. Lo único que quiero hoy es que despiertes, que salgamos de acá y nos vayamos a cualquier otro lado, como te había dicho... aquella vez...

Agarré su mano y entrelacé nuestros dedos, aun con una sonrisa. Su perfil, sus labios, sus ojos, su respiración, por fin estaban en completa tranquilidad.

—Yo ya me recuperé, Dani, ahora solo faltas vos, yo sé que sos fuerte. —Asentí, aunque él no esté mirándome —. Bueno, en realidad, lo único que me prohibieron hacer es gritar, así que, por favor, no te imagines escaparte otra vez porque no tengo en mente seguir obedeciendo en ese caso. —Reí para mi sola.

Acaricié su mano con mi pulgar. Incliné la cabeza.

—Vos sabes que nunca te abandoné... —Empecé —. Así que no me hagas eso ¿me lo prometes? —Elevé mis labios en una sonrisa tímida.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora