CAPÍTULO 7

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Ya habían pasado dos días desde el accidente que tuvo Danilo. Bueno... "accidente". Llamé a Mariela ayer por la tarde para preguntarle el número de teléfono de él, pero me dijo que no sabe cual es, ni siquiera sabe si tiene un teléfono.

Eso me pareció algo extraño, pero no le di mucha importancia de todos modos. Obligué a mi hermanito a que les ruegue a mis papás para ir a Liniers, idea qué, claramente, falló. Igual, no tenía fe en que me lo encuentre por ninguna parte, capaz estaba en su casa, descansando su brazo, un accidente como aquel debe tardar como un mes entero en curarse.

El teléfono de mi casa suena y yo corrí para atenderlo.

—¿Hola? —Atendí, sentía emoción por saber que podía ser Danilo quien me estuviera llamando.

—¿Habla Roberto Torres? —La voz de una señora apareció desde el otro lado del teléfono, mi expresión se decepcionó y llamé a mi papá para que hable con la señora.

Le di el teléfono a mi papá y yo fui a la cocina a preparar las cosas con mi hermanito para empezar a cocinar las galletitas. Obviamente, estuve atenta a lo que hablaba mi papá, parecía ser que esta tarde iba a tener casa sola.

Él corto la llamada, yo me hice la boluda, obviamente y lo miré de reojo.

—¿Pasó algo? —Pregunté desde mi lugar.

—Tengo que ir con tu mamá a una reunión ¿Querés venir? —Se acomodó la camisa y yo me negué.

—¡Yo sí! —Mi hermano saltó y lo abrazó a mi papá para que lo deje ir.

—Bueno, está bien. —Asintió. Yo seguí con lo mío, mientras más rápido mejor —. Portate bien.

—Si, papá, tranquilo. —Llevé la fuente de galletitas al horno. Él rodeó la barra de la cocina. Veo a mi mamá salir de su habitación, mirándome. Me quedé en silencio y fijé mi vista en las galletitas que estaban cocinándose. Escucho sus tacones alejarse y la puerta cerrarse atrás de ellos.

Dejo salir todo el aire que contuve en mi pecho. Fui a buscar el teléfono de mi habitación y marqué el número de Mariela.

—¿Hola? —Atendió ella.

—Mariela ¿me harías un favor?

—Si no tiene que ver con venir acá, sí.

—Dale, yo te segundeo siempre que querés ir a ver a Carlos.

—Bue ¿qué pasó? —La convencí fácil.

—Necesito que me lleves a la casa de Danilo. —Sonreí por la locura que estaba a punto de hacer.

—No sé dónde queda... pero te puedo llevar con Carlos, seguro él sabe.

—¿Sí? ¡Gracias! Sos la mejor amiga que tengo, te amo, Mariela, esperame en la estación en media hora. —Corté el teléfono y me cambié la ropa. Lo malo de... "tener plata" si se pudiera decir así, es que no tengo ninguna prenda que se asemeje a las que usan en ese barrio. Había visto un montón de chicas en falda, eso sí, así que trate de usar un estilo parecido a ese. Me puse una camisa blanca con una falda suelta de cuadros y unas botas que me llegaban debajo de las rodillas.

Volví a la cocina y guardé en tres diferentes potes la misma cantidad de galletitas, había hecho bastantes y decidí llevárselas a los chicos. Puse todo en un bolso y llevé mis llaves. Llegué a la estación y me subí. Miraba a la ventana con ansias de llegar. Apenas se detuvo el tren, casi más salgo corriendo y me encuentro con Mariela en la entrada d la estación.

—¡Hola! —La fui a abrazar —. ¿Vamos?

—Todavía no entiendo como es que te gusta venir. —Comenta mientras caminamos.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora