CAPÍTULO 11

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Había pasado unas semanas desde la última vez que lo vi. Ni siquiera sé cuánto tiempo había pasado... ¿una semana? ¿dos? ¿tres? ¿un mes? Trataba de concentrarme en otras cosas para olvidarlo y era imposible, todo o asociaba con él. El tren, el fútbol, el brillo de las estrellas, hasta las estrellas me recordaban al brillo de sus hermosos ojos. Si tan solo hubiera evitado ese día... Ese día que decidí escaparme.

—Hija ¿qué te pusiste? —Mi mamá me mira las piernas.

—El jean de siempre ¿qué tiene? —Me miré a mí misma.

—¿Ese es el de siempre? —Se acerca a mi y me toca las caderas, empieza a tocar el pantalón y chasquea la lengua —. Te está quedando grande, Julieta.

—Ya sé, se está estirando, nada más. —Traté de buscar una excusa.

—Más te vale que todo lo que está pasándote no sea por culpa de ese nene villero.

Baje la mirada. ¿Por qué tenía que recordármelo?  El teléfono suena. Mi mamá va a atender.

—Julieta, es para vos. —La miro con el ceño fruncido y agarro el teléfono —. Carlos. —Susurra.

—¿Carlos? Hola. —Hablé.

—Hola, Juli, te tengo una noticia. —Habló tan rápido que apenas pude entender.

—¿Qué? —Pregunté. Él se tomó unos segundos en responder y estaba impaciente —. ¿Qué, Carlos?

—Es mala, la noticia. —Suspira desde el otro lado —. Es de Danilo.

Mi cuerpo se tensa completamente.

—Espera. —Agarré el cuerpo del teléfono y me escondí en el baño —. ¿Qué le paso? ¿Está bien? ¿Alguien le hizo algo?

Las preguntas salían por sí solas de mi boca y no le daba tiempo para responder entre una y otra.

—Hoy lo fui a ver, a la casa. —Contestó.

—¿Y cómo está?

—No lo vi muy bien. —Dijo. Lo que me bastaba para imaginarme una imagen terrible de él.

—Voy para allá. —Sin dejar que me de una respuesta negativa deje el teléfono cortando la llamada. Lo dejé donde estaba y me fui a buscar un suéter. Escondí mi navaja en la manga de este.

Mi mamá me miraba desde la cocina.

—Voy a comprar cosas para cocinar. —Mentí, acercándome a la puerta

—¡Vos vas a ser responsable de lo que te pase si llegas a volver! —Escuché que gritó mientras cerraba la puerta. Ignoré lo que me había dicho y seguí con mi camino.

Fui corriendo hasta la estación y gracias a dios que esta vez el tren fue más rápido. Recordaba el camino de memoria hasta la casa de Carlos así que fui caminando rápido. Saludé al señor del bar. Pasé la casa de Mariela. Fui por los puentes que cruzaban de edificio en edificio, y era la primera vez que llegaba tan rápido a fuerte apache yo sola.

Mientras me acercaba pude ver la figura de Carlos. Ya estaba esperándome.

—Hola. —Dice caminando hacia mi —. ¿Estás segura de que querés ir a su casa?

—Si, Carlos. —Asentí —. No me importa que no sea la gran cosa su casa, tampoco me importa si están esos que hace llamar amigos y mucho menos si vive solo... yo quiero verlo.

Él me miraba, poco convencido de hacer esto. No me importaba nada, solo quería ver que él estuviera bien, como si mirarlo fuera tan solo un calmante para mí y lo sé, está mal, lo sé, pero esto que desarrolló mi corazón por Danilo no es de este mundo.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora