EXTRA

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15 de agosto de 2003

—¿Te gusta? —Danilo aparece detrás de mí pieza.

Estábamos preparándonos para el quince de mi prima Maira, entonces tuve a Danilo en mi casa todo el día.

—Mi papá elije bien los trajes, eh. —Sonreí y pasé al lado suyo y le di un suave codazo.

Escuché como él rió y sentí sus pasos acercándose. Lo miré sobre mi hombro enarcando las cejas.

—Mira que me voy a cambiar yo ahora. —Aclaré.

—Si, ya me voy, pero no sé ponerme la corbata y me da vergüenza pedirle a tu papá. —Dijo mientras miraba la corbata entre sus manos.

—Es mejor si usas moño, podes combinarlo con mi vestido. —Sonreí mientras agarraba el vestido para mostrárselo.

—¿Rojo? —Miró el vestido de arriba abajo.

—Mm-mm. —Asentí con la sonrisa aun en mis labios.

—Bueno, entonces espero a que te cambies para ver como queda. —Dijo mientras se alejó con una sonrisa.

Escuché como cerró la puerta y me miré en el espejo. Abrí los ojos al ver que tenía las mejillas rojas.

¿Por qué estoy así? ¿Solo porque lo acabo de ver en traje?

Suspiré y me tapé la cara de la vergüenza, aunque no haya nadie alrededor.

Me probé el vestido y me puse los tacones. Saqué mi pierna por el tajo que tenía la falda del vestido.

Empecé a posar en mi espejo, poniendo mis manos en mi cintura, sacando la lengua, haciendo piquito con la boca. Doy un saltito cuando siento que la puerta se abre.

—¡Mamá! —Chillé —. Me asustaste.

—Perdón, pero llamé y no contestabas. —Aclaró tapando su boca para que no me de cuenta que se estaba riendo.

—Me estoy dando cuenta que te estás riendo, mamá. —Entrecerré los ojos mirándola.

—Te veías graciosa posando en el espejo, pero estás muy hermosa, hija. —Sonrió.

—Gracias, ma. —Me miré al espejo.

—¿Puedo pasar? —La voz de Danilo se escuchaba desde detrás de la puerta.

—Si, podes. —Aclaré.

Él pasó con sus manos en los bolsillos de su pantalón. Su cara se tornó roja cuando me miró. Apreté mis labios para esconder una sonrisa.

—Estás muy...

—¿Linda? —Mi mamá lo interrumpió.

—Hermosa. —Corrigió él.

Mis labios se estiraron de oreja a oreja. Me sentía feliz por lo lindo que era poder volver a la normalidad.

—Ay dios, qué lindo, no puedo llorar porque ya estoy maquillada, pero si no, lo haría. —Mi mamá se abanicaba con su propia mano como podía.

La miré riéndome.

—Vayan terminándose que ya es la hora de irnos, por dios... —Mi mamá se retiró de la pieza mientras se sobaba la nariz.

Reí mirándolo. Él se acercó y ambos nos miramos por el espejo mientras pasaba su brazo sobre mi cintura.

—¿Vos nos imaginas casados? —Dijo.

Una ola de calor inundó mi cuerpo.

¿Él piensa en nuestro futuro?

—Si. —Asentí con una sonrisa.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora