CAPÍTULO 16

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Había pasado una semana desde que Danilo no dejó rastros. Mis papás charlaron conmigo y esta vez les hice caso. No había ido al fuerte en toda la semana. Me había despedido de mi mejor amiga, Mariela, porque se iba a vivir lejos, ya no soportaba vivir en ese barrio. Le había contado todo lo que había ocurrido con Danilo y no podía creerlo.

Me contactaba muy poco con Carlos, estaba todo el día ocupado en las concentraciones, solamente era estar en casa, mirar la tele e ir al hospital. Mi mano estaba vendada en la parte de los nudillos. No podía siquiera escribir.

Empecé a deshidratarme, tenía falta de hierro y me bajaba la presión casi cinco veces al día.

—Toma. —Mi mamá me dio un vaso de agua mientras contaba las siete pastillas que tenía que tomar.

—¿Están todas? —Extendí la mano y me las dio. Ella asintió. Fui tomando una por una. Cuando terminé suspiré y me levanté para irme.

—¿A dónde vas? —Preguntó mientras sacaba algo de la heladera.

—A mi pieza. —Cuando me di la vuelta me choqué con mi hermano —. Ay, boludo, fíjate al caminar. —Él solo saltaba emocionado —. ¿Qué te pasa ahora?

—¡Entré a Liniers! —Dijo mientras seguía saltando.

—¿A Liniers? —Levanté las cejas. Él asintió.

—¡Y dicen que soy uno de los mejores después del chico de la segunda división! —Siguió hablando.

—¿De qué hablas? No podés estar con los grandes, tenes once. —Fruncí las cejas confundida.

—No, pero dicen que después de que Danilo se fue no quedaban más que fueran igual de buenos que él ¡Hasta que llegué yo! —No sé qué me dolió más, si saber que Danilo se fue del club estando en fuga o que mi hermano casi se pone a llorar porque nadie lo estaba felicitando.

—Pablo ¿Quién te dijo que se fue ese chico? —Pregunté. Miré a mi mamá que se acercó a nosotros para escuchar.

—El director técnico. —Se encogió de hombros.

—Pero ¿te dijo que se fue y algo más o qué? —Mordí mi labio inferior por la ansiedad que me daba saber todas las respuestas —. ¿Te dijo donde está? ¿A dónde se fue? ¿Si se cambió de equipo?

—Juli, tranquila. —Mi mamá pone una mano en mi hombro y Pablito nos mira confundido.

—Yo que sé, me dijo que quedé. —Contestó y se fue a ver la tele. Sabía que sería imposible hablar con él.

—Qué pendejo de mierda que sos Pablo. —Puse los ojos en blanco.

—No quiero ese vocabulario. —Ordena mi mamá antes de ir a atender el teléfono que estaba sonando —. ¿Sí?

Ella me mira automáticamente cuando alguien le contesta desde el otro lado de la línea.

—Ahí la llamo. —Me hizo un gesto para que vaya e hice caso —. Carlos. —Susurra antes de irse.

—¿Carlos? ¿Qué pasó? —Sabía que iba a tratarse de Danilo. Es como si todos se arreglaran para hacerme mal y arruinarme el día mencionándolo.

—Hoy es el cumpleaños de Danilo. —Mencionó.

Me sentí una forra completamente por haberlo olvidado. No podía fallarle así.

—¿Está con vos? ¿Lo encontraste? ¿Cómo está? ¿Estás en tu casa? ¿Qué pasó? Carlos, Contame. —Mi voz cada vez sonaba más desesperada.

—Para, Juli, déjame hablar. —Trato de tranquilizarme.

—Pero decime ¿qué pasó? —Miré a mi mamá. Ella me miraba con las cejas fruncidas.

—Hoy vino a verme, no sabes lo mal que se veía, Juli. —Cada vez, lo que me contaba me destrozaba más —. Me pidió que vayamos, va a esperarnos.

—Él quiere que yo... ¿vaya? —Repetí con una pizca de ilusión.

—Si.

—¿Dónde estás vos? —Pensé que estaría en su casa.

—Estoy en la concentración. Le dije a uno de los chicos que me cubra. —Aclaró.

—¿Entonces vamos? —Sonreí. Iba a verlo.

—Si. Voy a tardar un buen rato así que espera media hora en lo que yo llego.

—Voy a cocinarle algo de mientras porque ya estoy preparada.

—Juli, no hace falta eso.

—Carlos, así es mi lenguaje de amor, creo que sería lo mejor después de haber desaparecido.

Él suspira.

—Bueno. Voy para allá.

Le hablé a mi mamá, va, le rogué a mi mamá que me dejara ir y a duras penas lo hizo. Me ayudo a cocinar más rápido las magdalenas y las guarde en un bolsito que llevaba conmigo. Estaba saludando a mi hermano cuando me acerqué a la puerta. Por si acaso, llevaba la navaja y todo lo que mi mamá me obligaba a llevar por precaución.

—No aceptes nada que te ofrezca, juli, si no te gusta como está el tema ahí adentro decile a Carlos si te puede acompañar para irte. —Habló mi mamá, acercándose a mi —. Te quiero.

Me dio un beso en la frente y yo asentí. Abrí la puerta y empecé a caminar hasta la estación. Sentí que el tren iba más lento que de costumbre. No podía creer que estaba yendo a la casa de Danilo, de nuevo.

—¡Juli! —Carlos me saluda desde lejos.

—Hola. —Sonreí. Empezamos a caminar. El señor del bar me saludó como siempre. Ya me sabía el camino de memoria hasta la casa de Carlos, pero la pasamos de largo para seguir caminando.

—¿Qué cocinaste? —Habla él.

—Magdalenas ¿querés una? —Levanté la bolsa.

—Cuando lleguemos. —Sonrió —. Las galletitas que habías hecho la otra vez, uh, riquísimas, cocinas re bien.

—Gracias. —Reí y recordé que, de esas galletitas, una ración era para Danilo —. ¿Vos le diste el pote de galletitas a Danilo? El que te pedí que le des. —Él me miró y asintió.

—Si, se las comió todas al toque, le habían gustado también. —Rió, pero yo no hice lo mismo. Pensar en el hambre que debió pasar para comerlas así de rápido me hace sentir tan mal. Me dan ganas de llorar, ir, abrazarlo y darle todas las necesidades que él debe tener.

Hice una mueca de asco cuando empecé a sentir un olor repugnante a tabaco mezclado con alcohol. Levanto la cabeza y no supe qué cara poner. La música fuerte retumbaba en mis oídos.

Miré a Carlos que estaba abriendo la puerta para pasar y yo fui atrás de él.

—Estoy re aburrido. —Dice uno, estaba sin camisa. Veo a mi alrededor, las paredes degastadas y en una columna escrito el nombre de Danilo. Había otros hombres, también sin camisa. Mi pie choca con un vidrio en el suelo.

Era una botella de cerveza. El ambiente era pesado, había mucho humo. Esquivaba como podía los papeles en el suelo y las botellas también. Este lugar era terrible.

—Nos vamo', feli' cumpleaño' fiera. —Dice uno antes de irse con un par más.

—Váyanse, loco, váyanse a la mierda. —Su voz me petrificó el alma. Carlos caminaba tan lento y su cuerpo me tapaba la visión de lo que había adelante nuestro así que me puse a su izquierda y ahí estaba él.

Sentado en un colchón en el suelo. Voltea a mirarnos. Estaba horrible. Deteriorado, su cara estaba consumida. Sus ojos con ojeras aterradoras. Su sonrisa daba miedo. Tenía los dientes mucho peor de lo que los recordaba.

—Eh, amigo. —Sonrió y abrió los ojos de par en par. Apreté los labios al darme cuenta de la razón por la que se comportaba de tal manera —. Pensé que no iba' a veni' llegaste justo pa' el morfi.

Inhalé cuando vi la mesa llena de botellas, comida y... ese plato.

Miré esa mesa y después lo miré a él dándome cuenta de que no cumplió con su promesa.

𝐕𝐞𝐧𝐞𝐧𝐨: 𝐃𝐚𝐧𝐢𝐥𝐨 𝐒𝐚́𝐧𝐜𝐡𝐞𝐳Donde viven las historias. Descúbrelo ahora