Priмєrα τємρσrα∂α ∂є ∂υℓcє cσqυєτσ.
YoonGi erɑ mudo y erɑ un mudo muy coqueto.
Atónito y jɑdeɑnte,ɑsí quedó JiMin.
Luego de despedirse con su grɑn y huesudɑ mɑno,sɑcó levemente su lenguɑ pɑrɑ lɑmer su dedo corɑzón y volver ɑ despedirse con lɑ mɑno,m...
JiMin bajó las escaleras con la mirada baja y cristalizada.
Era el día de su graduación y sus ánimos eran los peores. Ni siquiera quería asistir, pero era obligatorio.
Había tenido una videollamada con su novio minutos antes de bajar y había reído con dulzura ante los halagos que recibió por el nuevo color de su cabello, pero ahora recordaba su tristeza y se le era inevitable no sentirse triste de saber que YoonGi no estaría.
Y no sólo él.
Su papá y sus mejores amigos no estarían.
— Te ves hermoso, bebé — JimDae murmuró cuando llegó hasta él.
— Pero opacas esa belleza con tu expresión de tristeza.
Tomó con delicadeza el mentón de su sobrino para que éste alzara la mirada.Su corazón se encogió al ver esos ojos de cachorrito regañado.
— Yo también quisiera que ellos estuvieran aquí.
Pero JiMin sólo lo abrazó con fuerza, soltándose a llorar en su pecho por ese vacío en su corazón.
Sólo uno de los cinco hombres de su vida estaba con él y él necesitaba a los cinco.
— Quiero que estén aquí — Susurró entre sollozos — Yo los quiero conmigo, tío.
JimDae suspiró con tristeza, abrazándolo fuertemente y aspirando el dulce aroma de esas suaves hebras.
— Debemos irnos, JiMinie.
Pero ni siquiera lo valía.
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— ¿Por qué hablan tanto? — Preguntó TaeHyung de mala gana.
El lugar de la graduación se encontraba malditamente lleno y ellos ya se sentían ofuscados por querer irse.
Para colmo, cada maestro tenía que dar un largo discurso que duraba al menos veinte minutos.
— JiMin es el número treinta — Habló YajaTzael — Y, según mis cálculos, deben ir en el número diecinueve, llegando a veinte.
— Miremos el lado bueno — Dijo JungKook — YoonGi-Hyung será el primero en recibir su diploma por el buen polvo que le diste a la directora.
YajaTzael gruñó cuando los menores empezaron a reírse de él.
— Ni me lo recuerdes — Espetó — Esa desquiciada me amarró a la cama.
Ante eso, los menores volvieron a carcajearse con ganas.
