Louisa: La Monotonía De la Princesa

20 4 0
                                    

Mi escuela nueva no fue lo que esperaba. Al principio estaba emocionada por asistir, tener una distracción de este cambio tan abrupto y desolador. Pero me equivoqué.

Mis padres me acompañaron el primer día, donde seleccionaron a todos los estudiantes para las tres casas. Hubo sorpresas amargas, se suponía que yo debía quedar en Asherah, pero terminé en Quiback al igual que Warlock Lennox. Su rostro era un poema al ser elegido en la casa "de los idiotas". De los sesenta estudiantes nuevos; veinte de ellos quedaron en Asherah, diez en Quiback y treinta en Alvis.

Mis padres tienen cuatro meses por fuera, mi hermana quedó a cargo en la capital gestionando las órdenes de mi padre. Y al igual que él, está tan ocupada que termino cenando sola todas las noches. El antiguo comedor de mi casa no era tan grande y no me hacía sentir mal cuando comía sola, pero este es tan largo que pueden comer sesenta personas. Lo único que escucho es el tintineo de mi cuchara al chocar con el tazón de sopa. Me levanto cuando me termino la sopa fría y me voy a dormir para un nuevo y solitario día.

Escuela en las mañanas, tareas en la tarde y cenas solitarias en las noches. Se suponía que este sería un cambio positivo, pero no lo fue para mí. Pensaba que tendría amigos, pero nadie quiere ser mi amigo. Lo cual es irónico, porque soy hija de mi padre, pero al parecer las personas se dieron cuenta que no podrían sacarme información sobre ellos que dejaron de intentar ser mis amigos.

—¿Qué comes Godness? —pregunta Warlock sentándose con un emparedado en la mano.

—Una manzana —la alzo indiferente—. ¿Tus amiguitos ya no te hablan?

—Esos idiotas se creen los mejores por estar en su patética casa —bufa atacando su emparedado.

—Antes decías que esa casa era la mejor —le digo moviendo mis piernas y asomándome hacia abajo.

—Si bueno, tu familia me está castigando por mis palabras —dice limpiándose de su pantalón—. Lo que no entiendo es que, allá abajo hay bancas, pero prefieres sentarte aquí arriba en este tétrico muro de piedra.

—Nadie quiere ser mi amigo —comento triste.

—Todos quieren ser amigos de la princesa...

—No voy a decir nada de mi padre —exclamo tajante.

—Entonces no eres relevante para esta sociedad —dice recostándose en la pared de piedra—. Todos nosotros estamos para realizar alianzas, esto es el primer nivel del juego político de nuestros padres —mira hacia abajo—. Nuestro propósito es hacer los aliados que luego usaremos en el futuro.

—Eso es cruel ¿por qué no podemos ser todos amigos? —cuestiono deprimida.

—Entonces deprímete al darte cuenta que nadie va a querer ser tu amigo —contesta sin emoción—. No es personal, solo es que así son las cosas.

—Eso es injusto, yo quiero hacer amigos, no aliados —replico desaminado—. ¿Soy tu amiga?

—¿Qué te dice tu corazón? —cuestiona doblando sus piernas.

—Que me quieres como aliada y no como amiga —respondo mirando al suelo.

—No es personal, solo no quiero quedar atrás en la línea social evolutiva —responde monótono—. No sé cómo era en tu planeta, pero aquí nadie es tu amigo y es mejor que lo sepas ahora y no sufras en el futuro.

La campana suena y los dos caminamos por los pasillos hasta nuestra última clase del día. Materia oscura, el profesor habla de la diosa Laila y su importancia en el entendimiento de dicho poder. No le presto atención, no quiero escuchar nada.

La escuela termina y me voy de regreso al castillo. Me hundo en el asiento pensando en lo que me dijo Warlock, yo soy mucho más que solo la hija de mi padre. Puedo ser divertida, amable y leal, pero son características que no le importa a nadie. No me interesa la línea social evolutiva, solo quiero conocer a alguien que le importe por lo que soy y no por lo que tengo.

Llego al castillo con un humor nefasto, arrastro la mochila por el piso.

—¿Y esa cara larga? —pregunta una voz al tropezar conmigo. Levanto la mirada y me encuentro al prometido de mi hermana—. ¿Día difícil?

—Sí ¿y el tuyo? —pregunto alzando la mochila.

—Más o menos —dice haciéndose a un lado—. ¿Puedo caminar contigo?

—Como quieras —digo sin muchas ganas—. ¿Y qué estás haciendo por aquí?

—Reunión con tu hermana, aún la estoy esperando —dice observando el castillo.

—Perderás tu tiempo —digo caminado sin rumbo fijo.

—Llevo aquí desde la mañana, ella está cumpliendo con las obras de tu padre —dice Atlas conduciéndome hacia una sala del segundo piso.

—¿Y qué hablarás con mi hermana? —pregunto dejando la mochila en el mueble. Él se sirve una copa de licor.

—Asuntos de mi ducado, se supone que tendría que hablarlo con tu padre, pero ya sabemos que no se podrá —él se regresa y se sienta en el mullido sofá. A penas los decoradores de mi madre acaban de terminar de arreglar el castillo de mi padre. Ahora parece más digna la residencia de un rey.

—¿Cómo cuáles? —cuestiono acostándome en el mueble.

—Lo siento, son asuntos de estado —sonríe y le da otro trago a su copa.

—¿Cómo te sientes con todos estos cambios? —lo miro atenta, él se recuesta en el mueble de al frente. Él mira hacia todos lados—. Este era el castillo de tu padre, estás ansioso.

—¿Soy muy obvio? —cuestiona dejando la copa en la mesa de al frente.

—Sí, muchos hablan de ti. Te prefieren por encima de tu padre —él se pone tenso y niega con la cabeza.

—Traidores todos los que digan eso —él se pone serio y no dice nada. Nos quedamos así hasta que me aburro y me voy, no le molesta mi partida. Atlas y yo no somos tan cercanos, solo lo he visto algunas veces en los años recientes.

Mi hermana llega a la hora de la cena y se encierra en el despacho de mi padre con Atlas. No me molesto en bajar a cenar y pido que me la suban a mi habitación.

El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora