Los hijos de Stephan son las criaturas más hermosas que he visto. Aunque mis hijos siguen ocupando ese primer lugar. Le di ese mes de descanso para que pudiera poner sus cosas en orden y llegara con la mente fresca para desempeñar sus funciones como director de inteligencia y espionaje de mi reino. Él es el indicado para cumplir con esa tarea.
Y ahora más que tengo a un buen número de extranjeros codiciosos por mis armas. Ya estipulé que queda totalmente prohibida la venta de cualquier tipo de armamento militar a civiles y extranjeros. Stephan se encargará de perseguirlos y matarlos si es necesario.
Me encuentro en la habitación que le había hecho a mi hijo Marcus en mi palacio, se suponía que él pasaría varios meses conmigo al año. Pero solo la ha logrado ocupar un solo año de sus veintidós años. Ahora con mi nuevo bebé, pienso en darle esta habitación a él. La ropa, los juguetes, los títulos que ninguno de mis hijos puede obtener por no ser oscuros. Aún no le he dicho a mi familia de mi hijo, no quiero que me lo quiten como a los otros. No quiero que Sol me pida que sea un ser de luz, o que nazca en el reino central en contra de mis deseos.
Ya piso los seis meses de embarazo en el mes tres. Me voy directo a mi oficina y me encuentro a mi abuelo Kenan sentando en mi silla.
—Debo decir que estoy impresionado —dice mi abuelo mirándome fijo—. Por favor siéntate.
Las puertas se cierran a mi espalda y tomo siento. Es raro estar en esta silla.
—En otros tiempos te hubiera felicitado por tu embarazo, pero como estamos en estos tiempos, tengo los motivos para reprenderte —dice tenso—. Hubiera esperado que otras criaturas quebrantaran la ley, pero nunca las personas que le di el poder de cumplir mis deseos, eso me conflictúa Luna ¿cómo puedo confiar si me traicionan?
—Mi esposo y yo no quebrantamos propiamente su ley, nos reunimos en el castillo de la diosa Lina. Nadie cruzó los límites de las fronteras del otro —respondo firme.
—Un vacío legal —dice sin quitarme la mirada—. Sabes, yo soy la clase de persona que hace cumplir sus leyes. Y un castigo para ti por vulnerar mi voluntad, sería la pérdida de tu hijo. Pero como ese niño está destinado a nacer, no puedo hacer nada —Él analiza mi escritorio—. Eres una buena reina, cumples tus castigos por más duros que sean ¿qué me recomiendas hacer contigo y Sol?
—No veo a mi esposo cuando no estábamos en guerra, ahora sí lo veo una sola vez al año es mucho. No le parece que ese es suficiente castigo para ambos. No poder estar con las personas que amas.
—Es una pena, pero eso no resuelve nada —Me mira uniendo sus manos en su regazo—. Si perdono tu caso, debo perdonar a todos.
—¿Y qué quiere de mí? Porque percibo más esto como un intercambio de intereses. Que yo le deba la vida de mi hijo a cambio de... —Dejo la frase al aire—. No veo a mi esposo, usted me ha quitado a mis hijas ¿qué quiere de mí? Dígalo, ahorrémonos tanta palabrería.
—¿Qué puedo pedir de ti? —pregunta pensativo—. Supongo que te he castigado mucho. Disculpa, no ha sido de mala fe —Él relaja los hombros—. No quiero mucho de ti, ya me diste a mis bisnietas y estoy feliz con eso. Lo que quiero Luna, es que mis dioses no vulneren o encuentren vacíos legales. Te perdono esta vez, porque tu soledad ya es demasiada. Pero vuelves a quebrantar mis leyes y convertiré tu vida en una auténtica pesadilla ¿entendido?
—Sí mi señor —Asiento resignada—. ¿Cuándo podré ver a mis hijas o a mi hijo y a Sol?
—Tienes a tu hijo —Me señala el vientre mientras que se levanta—. Resígnate con él, porque a los demás no los verás al menos que yo lo autorice y ahora no me provoca.
Se va dejándome con unas ganas enormes de llorar. Me llevo la mano a la boca, pero las lágrimas salen. Me levanto y camino hasta la ventana en busca de aire, la abro con dificultad y una oleada de viento helado me golpea la cara. Empiezo a hiperventilar, la horrible sensación de no quedarme sin aire me invade. Inconscientemente empiezo a congelar todo lo que toco, incluso la ropa. Puedo escuchar a través de la ventana como el viento azota con fuerza los muros del palacio. Me derrumbo al suelo y empiezo a llorar desconsoladamente y con el pecho trancado. Necesito aire, necesito a mis hijos. ¡Los quiero ahora!
Los truenos se hacen más fuerte y la habitación se convierte en un caos por el camino del hielo. Las puertas se abren ruidosamente y aparece Stephan asustado. Él cierra las puertas y corre hacia a mí. Él me toma las manos y me hace que lo mire. Intento hablar, pero lo único que salen son alaridos. Él se sienta a mi lado y me acuna en sus brazos, lo abrazo y él me soba el cabello.
—Intente respira conmigo —Él inhala y exhala conmigo. Hacemos esto hasta que por lo menos el hielo se detenga—. Lo hace muy bien.
Permanecemos los dos abrazados por un largo tiempo. No son los cálidos brazos de mi esposo, pero al menos me relajan lo suficiente para no seguir destrozando mi reino. Stephan se levanta y me ayuda igual. Me escolta fuera de mi oficina y me lleva a mi habitación, les ordena a mis damas que me cambien y me den un baño de agua caliente. Yo solo me dejo llevar por sus órdenes, solo quiero a mis hijos. Mis damas me llevan al cuarto de baño y me desvisten, tengo la mirada perdida y me dejo guiar por sus indicaciones.
Entro al agua que poco a poco se va calentando, me hundo en la bañera y dejo que el agua rebase mi cabeza. Mis damas me devuelven a la superficie y me ayudan abañarme. Ya me encuentro con mi bata y bañada, mis damas me sientan en el mueble de mi habitación y Stephan las echa.
—¿Mejor? —Él se sienta en el mueble de al frente.
—Quiero a mis hijos —Es lo único que digo.
—Entiendo —Él carraspea—. ¿Qué sucedió? Los guardias me dijeron que estaba acompañada.
—Era mi abuelo —respondo, me recuesto del sofá—. Me dijo que no podía ver a mi familia.
—¿Le dijo por qué? —pregunta con más suavidad.
—Por tener a este —digo señalando mi vientre—. Por ver a mi esposo en el reino central. Se supone que oscuros y seres de la luz no se pueden ver o cruzar sus fronteras. Pero no había dicho nada de su reino. Solo quise ver a mi esposo, no hice nada malo.
Las lágrimas vuelven a salir y no intento en detenerlas.
—Lamento que esté pasando por esto —Él se levanta y se acerca hacia a mí, toma mi mano y me mira—. Saldremos de esta situación. No importa que tengamos que hacer, pero lo haremos. Por los momentos tenemos que hacer las cosas bajo perfil. Hablaré con Miranda para que no siga con los centrales o por lo menos no hacerlo tan llamativo —Se calla y agacha la mirada—. Créame que me gustaría ayudarla para que vea a su familia, pero no puedo. Y por los momentos usted tampoco, pero no será para siempre. Los volverá a ver.
Asiento sin dejar de llorar, le doy un abrazo y él me lo devuelve.
—Gracias —le digo al oído y él me soba la espalda.
—Siempre.
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El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)
FantasyLos hijos de los dioses mayores, se convirtieron en dioses y ahora tendrán que enfrentar las consecuencias de la guerra de los dragones. Pero no solo eso, ahora Tristan es rey de las sombras y su dios. Pero ser rey no es lo que esperaba, los traidor...