Louisa: Odio Todo

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Tomo a mi guardián y huyo de la atroz escena. Un grupo bien grande de hombres y pocas mujeres rodearon el carruaje con armas y empezaron a forcejear con los soldados y los cocheros. Con mi magia pude apartar a varios que abrieron mi puerta y me intentaron tomar. Los criminales mataron a todos los guardias y cocheros, mientras que yo huyo por las calles del reino. No conozco aún muy bien estos callejones, mis padres no han permitido recorrer el reino.

Los criminales me persiguen y yo los espanto con mis poderes derribándoles con la basura que encuentro por la calle. Muchas personas nos ven confundidos, pero nadie interviene. Intento entrar en una tienda para que me oculten, pero me cierran la puerta en la cara.

—¡Por favor! —exclamo intentando girar la perilla, pero bajan la persiana, cómplices de este crimen. Escucho a lo lejos la voz de los criminales, empiezo a correr otra vez.

La capa me pesa mucho y la libero para quedarme solo con el uniforme. Puedo conseguir otra si salgo con vida de esto. Pruebo con otras tiendas para que me den refugio, pero igual me cierran la puerta.

—¡Por favor, abran! ¡No me dejen afuera! —les ruego a un señor de una zapatería. Pero este ni se inmutó en lo absoluto.

Vuelvo a correr, pero me emboscan en el medio del camino. Pero todos nos espantamos cuando varios truenos empiezan a sonar tan fuertes que me deja sorda por un momento. Aprovecho ese pequeño minuto y esquivo a varios hombres, todos empezamos a correr de nuevo. Llego a una plaza donde se encuentra la estatua del fallecido rey Robert. Varias sombras salen despavoridas cuando nos ven entrar frenéticos. La lluvia empieza a caer y los secuestradores me rodean con sus espadas en manos, al igual apuntándome con sus arcos.

—Yo tú, no me movería —dice una mujer apuntándome con su arma

—Muy divertido todo, pero vendrás con nosotros —habla un hombretón de más de dos metros.

—Eso nunca —exclamo enojada. El hombretón es un espectro, genial. Empiezo a manipular su ser y este se empieza a resistir. Atraigo a las sombras que habían salido corriendo, me meto en sus mentes y les ordeno atacar a los criminales.

Una buena masa oscura sale al ataque de los criminales. Ellos empiezan a atacar a las sombras, yo me quedo donde estoy para que el ataque sea certero. De inmediato recibo un golpe tan doloroso en la cara que me hace caer al suelo, el hombretón de más de dos metros me levanta, doy varias patadas, pero no le hacen nada. Varias sombras vienen al rescate, pero este las aparta. Me pone en su hombro y yo le doy manotazos para que me baje, pero este no se inmuta. Los demás criminales pelean con las sombras, pero se ven reducidos cuando estas invaden tantas veces sus cuerpos que se van despedazan.

Vuelvo a escuchar los truenos y la lluvia se hace más fuerte. Escucho el sonido de varios caballos llegando a la plaza. Una figura rojiza aterriza en el medio de todo el embrollo.

—¡Suéltala ahora! —escucho la voz amenazadora de mi hermana.

—No te tengo miedo, perra —escupe el hombretón al suelo. No escucho más palabras solo el hecho que caigo al suelo.

Las sombras se detienen estupefactas y hacen espacio para los pocos criminales que siguen con vida, pero mal heridos. La plaza queda rodeada por la guardia de mi madre. Me levanto del suelo y corro hacia mi hermana, ella me recibe en sus brazos.

—¿Estás bien? —me pregunta examinándome la cara—. ¿Ese maldito te hizo esto? —pregunta tanteándome la mejilla. Asiento—. Bueno, ve con los guardias que te lleven al palacio. Yo me encargo aquí.

—Mataron a los cocheros y a los guardias —sollozo con lágrimas en los ojos. Ella me da un abrazo y me apura para que vaya con los guardias.

Corro hacia mi madre que está con un grupo de guardias ordenando no sé qué. Ella me recibe en sus brazos angustiada.

El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora