Demian: Dudando De Mis capacidades

40 6 0
                                    

Le pido a mi tío Kenan un momento para hablar con él. Él accede y me lleva al último piso del castillo, el cual se encuentra en reparación. Nos sentamos en dos sillas de madera y él me observa con cuidado.

—Admito que estoy intrigado —responde apoyándose en el espaldar.

—No quiero ser un dios —expreso el sentimiento más honesto y profundo de mi ser.

—¿Eres consciente que tu divinidad no se puede devolver? es parte de ti —responde sin más.

—No lo quiero, mis padres me forzaron a aceptarlo —exclamo alterado—. Por favor quítelo, retroceda el tiempo o haga algo.

—¿Por qué no quieres ser un dios? —cuestiona cruzando las piernas.

—No lo quiero, debe serlo alguien que quiera el poder —me tranquilizo, me paso las manos por la cara—. Debería ser algo que me apasione, pero no me apasiona nada. Nada me llama la atención, nada logra tocarme como para decir que me voy a dedicar a eso.

—Entonces esto es más una crisis de los veinte —él asiente y sonríe un poco—. Es normal no saber qué es lo que quieres a esa edad.

—¿Y usted como estaba a mi edad? —pregunto resignado.

—Todavía el universo no se formaba cuando tenía tu edad —él se mira las manos—. Pero comprendo por lo que pasas. Pero algo que tienes que entender es que ya eres un dios y tienes tus responsabilidades.

—Estar a las faldas de mi madre el resto de la eternidad —resoplo cansado.

—Eres su siervo, al igual que mi esposa y nieta son mis siervas. Una cosa es que estés al servicio de tu madre y otra muy distinta es que, estés detrás de ella esperando que te resuelva la vida —replica serio—. Este trabajo no es cuestión de pasión, es cuestión del deber. Porque somos nosotros los que vamos hacer el trabajo mejor que nadie —él se inclina hacia adelante—. Hay una parte de la familia que no quiso ser dioses, pero no les queda de otra porque son ellos los aptos para este trabajo y nadie más.

—Pero lo que me gusta...

—Lo que te gusta lo descubrirás con el tiempo, lo que hagas en tus descansos es tu asunto. Pero ahora tienes una responsabilidad, la cual será tu prioridad ¿quieres un propósito? Tu divinidad es tu propósito te guste o no —él se queda en silencio—. Este trabajo es difícil, mi trabajo es difícil, el de tu padre, o tu madre. Lo que te toca a ti ni siquiera es una cuarta parte y te estás quejando.

—No me quejo, solo que no sé qué tengo que hacer —exploto—. He sido el emisario de mi madre por años. Me convirtieron en un dios del engaño o lo que sea que signifique eso. Las personas me tienen miedo o piensan que las voy a estafar o algo por el estilo.

—Despídelas, castígalas. Tú eres su señor —responde sin más.

—¿En qué consiste mi trabajo? ¿cómo me pide que ame algo si no lo entiendo? ¿engaño a las personas, detecto sus mentiras? No tengo ni idea en qué consiste esto, no entiendo mis poderes, no entiendo nada —exclamo abatido, las lágrimas quieren salir, pero las contengo.

—¿Exactamente qué esperabas de tu vida, cuál es el propósito que tú crees que deberías seguir? —pregunta relajando sus facciones.

—Esperaba descubrirlo con el tiempo, estudié la carrera que mi madre quería, ya que al ser su hijo debo saber gobernar. Lo acepté porque tampoco tenía claro lo que quería, acepté todo de ella porque no sé lo que yo quiero para mí. No sé lo que soy —revelo con la cabeza gacha.

—Tu madre me dijo que estabas listo, que confiaba en ti. Pero al parecer ni siquiera confías en ti mismo —él habla decepcionado—. No se cambia la divinidad, se aprende a vivir con ella —él se levanta—. Te sugiero que empieces tomar las riendas de tu vida, porque ahora tienes el poder de destruir una parte de mi creación —él se acerca hacia a mí—. Eres un dios, tú defines lo que tú significas, no los demás.

El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora