Stephan: Dualidades

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    No logro separarme de mis hijos por muchas responsabilidades que tenga. Son tan pequeños e indefensos que no logro quedarme tranquilo, ni siquiera que Miranda los cuide.

—Dame a la niña, Stephan —dice mi mujer cansada—. Solo le voy a dar de comer, ya Julián se durmió. Yo quiero dormir y tú también lo necesitas. Mañana te toca regresar al trabajo. La reina fue bastante generosa en otorgarte un mes de permiso.

—Y es por eso que tengo que pasar todo el tiempo que pueda con mi pequeña —digo sentándome en la silla mecedora.

—La niña tiene que comer, cariño. Por favor dámela —replica ya molesta. La miro derrotado y le doy a mi pequeña—. Levántate, sabes que ahí les gusta que los alimente.

—Lo quieres todo mujer —protesto levantándome. Ella tuerce los ojos y se sienta con la niña, se baja la bata y le da de su pecho—. Otra cosa, antes que vuelva al trabajo. La casa ya está casi lista, hablé con el personal de criadas. Solo falta que te decidas sobre la decoración y que te mudes.

—Ya lo hemos hablado —Ella me mira irritada—. No puedo dejarlo todo tirado. Y mucho menos ahora que tu hermano se ofreció a fusionar las empresas de mi tío y la suya.

—¿Y acaso piensas que te voy a dejar irte con mis hijos? —pregunto con las manos a la cadera.

—Créeme que más de los cien guardias que tu familia y tú me pusieron a las puertas de mi cuarto es suficiente recordatorio de mi encierro —masculla volviendo a darle de comer a mi hija—. Yo tampoco quiero apartarte de tus hijos Stephan, pero tú trabajo es sumamente demandante y ahora más que te aumentaron el trabajo —dice preocupada. No le quería decir nada, pero la imprudencia de mis padres se escapa de mis manías controladoras—. Y tampoco quiero dejar a mis hijos con extraños.

—Estarán con mi madre, ella se ofreció con mucho gusto a cuidarlos. Son los primeros nietos que tiene esta tribu por parte de sus jefes —Me agacho ante ella—. Y ya sé que mi hermano tiene a sus hijos, pero no es lo mismo.

—Me encanta que no marquen favoritismo —comenta irónica. Ella se levanta con mi pequeña y la acuesta en la cuna con su hermano gemelo. Julián duerme con sus manitas estiradas y Julieta toma su mano y se intenta rodar para dormir juntos—. Lo que digo es que, por lo menos este mes me dejes llevarme a los niños conmigo mientras que tú organizas todo este asunto militar que te encomendó nuestra reina. Organizas tus horarios para hacernos huecos.

—¿Y si yo hago eso? ¿Qué me garantiza que tú harás lo mismo? —pregunto observando como duermen mis pequeños.

—Porque hay algo que se llama confianza. Yo confío en ti y me parece que no puedo decir lo mismo de ti.

—No es eso —digo tomándole de la mano—. Es que no quiero estar lejos de ustedes, me niego a perderme, aunque sea lo más mínimo de mis hijos y mi mujer.

—¿En serio no dejarás de llamarme así? —pregunta alzando una ceja.

—No, hasta que te cases conmigo y pueda llamarte esposa —le digo con una sonrisa.

—Calma, acabo de parir como para pensar en matrimonio —Ella se intenta soltar, pero la pego a mi pecho y ella protesta.

—Pues deberías hacerlo, ya le demostraste a mis padres que eres alguien fértil. Ahora querrán que nos cacemos —le digo sosteniéndole el mentón.

—Mira Stephan, por favor no agotes mi paciencia. Dile a tus padres que se aguanten, porque yo no me pienso casar ahora y mucho menos sin mi familia presente —Ella me mira fijo y yo asiento a eso. Ese tema con su familia es complicado.

Los dos dejamos de pelear y nos acostamos. Ella me abraza mientras que se duerme. Quisiera cumplirle su deseo, pero con los problemas causados por la guerra. Temo que mi matrimonio no llegue pronto. Logro dormir al rato, pero no sirve de nada porque escucho el llanto de los bebés. Miranda y yo nos levantamos y cada uno se encarga de un bebé, yo de Julieta y ella de Julián. Los cargamos hasta que dejan de llorar y los devolvemos a su cuna.

El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora