Estrella: Eventos Canónicos

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Me abrigo lo mejor que puedo, la primavera había iniciado hace una semana. Pero ahora tengo una ventisca como si nunca hubiera terminado el invierno y eso no es nada bueno. El mensaje del capitán de mi hermana me llegó de sorpresa y pienso atenderlo lo más urgente que puedo.

La reina no está bien, venga urgente. Sea discreta.

Llego al castillo de mi hermana, por poco casi salgo volando por los fuertes vientos que azotan su reino. Los guardias me dejan entrar rápido al palacio.

—Llévenme con la reina ya —Les ordeno a los guardias, ellos se miran nerviosos.

—Espere aquí —dice uno de los guardias, mientras que se va casi corriendo por un amplio pasillo.

—La reina ha ordenado que no sea vista. Van a consultar si puede verle —Se justifica un soldado. Me estoy adaptando que los soldados me den justificaciones sin que yo se las pida o que me digan la verdad. Supongo que esto de ser una diosa tiene sus ventajas.

Espero recostada en una pared por un rato hasta que llega el soldado con el capitán de mi hermana.

—Gracias por venir, sígame por favor —dice el hombre haciendo una reverencia y señalándome el camino. Los soldados vuelven a su posición y yo camino al lado del señor Nieves.

—¿Qué le sucede a mi hermana? —pregunto seria—. Esto no es propio de ella.

—Tenemos protocolos para estos casos, no es la primera vez. Pero supongo que es la primera desde que es nuestra madre —responde serio. Él me guía por los amplios pasillos y escaleras hasta llegar al ala de las habitaciones reales. El pasillo desde un punto en particular se encuentra vacío.

—¿Y los soldados? —pregunto observando la puerta vacía de mi hermana.

—Los tengo apartados. A la reina le enoja los pensamientos de la gente, pero no se preocupe, estas puertas no las puede penetrar nadie —dice llegando a las puertas de mi hermana, las cuales están llenas de runas mágicas de cerradura y protección. El señor Nieves pone su mano en una de ellas y las runas se mueven hasta quedar ordenadas en líneas y formando un arco. Ambas puertas se abren y él me invita a entrar.

—¡Largo! —grita mi hermana y de repente una bola de hielo viene hacia a mí, por suerte la esquivo.

—Soy yo, tu hermana —digo acercándome lento por la habitación. El señor Nieves cierra la puerta, pero se queda—. Vine en son de paz.

—¡No quiero ver a nadie! —grita y suena más fuerte el viento.

—Pues te aguantas, esto no puede seguir así —digo llegando a la cama. Ella se encuentra por debajo de las sábanas haciéndose un ovillo—. Luna, ¿qué sucedió para que quieras congelar medio universo?

Dicho eso, ella abre un poco las sábanas y deja verse un poco.

—¿A qué te refieres? —pregunta más tranquila.

—¿Es que no ves el desastre que hay afuera? —pregunto poniéndome las manos en la cintura.

—Para ser honesta, siempre se ve igual —replica volviéndose a su escondite.

—Su majestad —Nos interrumpe el señor Stephan—. Sabe muy bien que no es así.

—Tú cállate, no tenías derecho a llamarla —dice aún dentro de las sábanas. Me acerco rápido a la cama y tomo la sábana con fuerza y Luna chilla. Logro mi cometido por poco—. ¡Estrella!

Ella se ve desarreglada y con el vientre bastante grande.

—¿Estás embarazada? —pregunto dejando la gruesa tela en el suelo—. De acuerdo, necesito una explicación ahora.

El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora