—No es cierto —exclamo alterada.
—Sí lo es —replica Gunilda con la prueba de embarazo en la mano—. Esto no se equivoca tan fácil, además no te ha bajado tu sangrado desde hace dos meses.
—Estrés, a las mujeres también no les baja por estrés o enfermedad —replico recordando las clases de biología de la señora Venus.
—¿Has estado enferma o estresada, por lo menos lo normal? —cuestiona levantándose de mi cama—. Debo hacer la siguiente pregunta...
—Ni se te ocurra hacerla —digo acostándome en mi cama—. Actualmente no está en mis planes tener hijos, y mucho menos los de Stephan. Pero...
—Es tu deber sagrado traerlos al mundo —dice la frase que me han dicho desde que empecé a salir con Stephan—. Entiendo tu dilema, yo también me sentía así con Tomas. Cuando me lo dijeron, sentí que mi mundo se venía abajo. No sabía nada de la maternidad, apenas tenía diecisiete años. Por otro lado, Arem estaba extasiado. Lo celebraba como si fuera la mejor noticia. Yo estaba aterrada, pensaba que era mala persona por no querer o no sentir emoción por mi bebé.
—Por un lado, siento que puedo hacer esto. Pero por el otro, siento que no. Trabajo todo el día, veo a Stephan pocas veces al mes ¿en qué momento vamos a criar a un hijo? —expreso abatida.
—¿Quieres tenerlo? No diré nada si es así —pregunta calmada.
—¿Debería tenerlo? —pregunto abatida, Gunilda tiene razón cuando decía que se sentía como una mala persona al cuestionarse eso.
—¡Miranda! —llama la voz de Stephan. Gunilda y yo no levantamos de sopetón.
—Esconde la prueba y vete por la puerta trasera —le ordeno y ella acepta. Toma las herramientas quirúrgicas y las guarda en el bolso. Escucho las pisadas de Stephan acercarse hacia mi habitación. Gunilda me mira entrando en pánico—. Esconde eso.
La puerta se abre y aparece Stephan con una sonrisa, pero se esfuma al ver el rostro nervioso de Gunilda.
—¿Qué sucede aquí? —pregunta consternado.
—Nada cariño —me guindo a su cuello—. Gunilda me estaba visitando.
—Huele extraño —comenta la guardiana de Stephan—. El bolso de Gunilda huele a Miranda.
—¿Qué hay en el bolso? —pregunta Stephan intercambiando miradas con nosotras dos.
—Nada, el bolso es mío. Por eso huele a mí —digo intentando frenar a Stephan. Él se suelta de mí y va hacia Gunilda.
—No me puedes hacer nada, recuerda donde estás —le frena Gunilda.
—¿Qué hay en el bolso Gunilda? —le ordena Stephan molesto.
—Ya Gunilda se debe de ir —le digo a Stephan, pero él le frena la salida—. Stephan, son cosas de mujeres. No hay nada malo.
—¿Qué cosas de mujeres? —pregunta sin darse la espalda.
—Las que no le incumbe, señor Nieves —exclama Gunilda molesta. Él se voltea hacia a mí y se para al frente.
—Miranda, ¿me dirás lo que está ocurriendo por las buenas o por las malas? —pregunta algo más sereno.
—No te tiene que decir nada —exclama pegándose a la pared porque la guardiana de Stephan la acorrala.
—Esto es ente mi mujer y yo —exclama Stephan molesto.
Medito bien mis acciones y hecho a correr lo más rápido que puedo. Bajo las escaleras a una gran velocidad, pero Stephan está a punto de alcanzarme. La puerta está abierta y brinco por el pórtico. No logro llegar lejos porque Stephan levanta un muro de hielo delante de mí y me encierra junto con él. Mi cárcel se convierte en una cúpula impidiéndome que escape volando.
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El Juego De Los Herederos (Saga Dioses Universales VI)
FantasyLos hijos de los dioses mayores, se convirtieron en dioses y ahora tendrán que enfrentar las consecuencias de la guerra de los dragones. Pero no solo eso, ahora Tristan es rey de las sombras y su dios. Pero ser rey no es lo que esperaba, los traidor...